Cómo es posible, por ejemplo, que hace unas semanas el ex gobernador Fajardo anunciara con bombos y platillos que nunca se aliaría con el liberalismo.
Todos los que viven de la política y de hablar y especular sobre ella y sus protagonistas, vienen desde hace tiempo engatusando al pueblo colombiano con una supuesta alianza entre Humberto de La Calle y Sergio Fajardo, de cara a la primera vuelta de las elecciones que se realizará el 27 de mayo.
Una fusión que tal como están las cosas en este momento, y al tenor de las últimas encuestas, tampoco serviría de mucho dada la debilidad mostrada por estos dos que siguen en caída libre y sin despertar mucho entusiasmo entre los posibles votantes.
Unión buscada en forma desesperada para tratar de contrarrestar la enorme distancia que en materia de preferencias ostentan en la actualidad Iván Duque, candidato del Centro Democrático, y el ex alcalde de Bogotá, Gustavo Petro, personero del movimiento Colombia Humana.
Dicen para justificar cualquier trapisonda o movimiento insólito que se dé en desarrollo de ella, que la política es dinámica, aunque otros afirmen que ese supuesto dinamismo debe más bien traducirse en la renuncia a cualquier principio que signifique honestidad, coherencia y dignidad.
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Cómo es posible, por ejemplo, que hace unas semanas el ex gobernador Fajardo anunciara con bombos y platillos que nunca se aliaría con el liberalismo, luego de calificar a esa colectividad como una más de las tantas que han favorecido esta corrupción que desangra al país, y ahora -- urgido de un voto más para sostener su decaída pretensión -- ande medio loco por tomarse un miserable tinto con De la Calle ?
Será qué en medio de su inconmensurable ego, este candidato de la mescolanza se atreverá a deponer su ambición y declinará en favor de su contertulio de café, contentándose acaso con un hipotético y casi imposible ministerio de educación si es que De la Calle llegara a ganar ?
Esa sería la única posibilidad de esta que por el momento aparece como una alianza imposible, luego de lo declarado por el negociador con las Farc, quien en Estados Unidos le dijo el viernes al Noticiero CM& que no sería vicepresidente y que su meta era la primera magistratura, así que la declinación de su candidatura no se vislumbra en este panorama.
Por esas sorpresas que a veces se dan a causa del “dinamismo” de la política y la doblez de quienes la ejercen, debe hacerse hincapié en que lo escrito en esta nota es válido apenas para lo que muestran hasta hoy las encuestas, es decir, una virtual fotografía del momento a sesenta días de la contienda electoral del 27 de mayo.
Hablando de alianza, arreglos, componendas, trapisondas y demás negociados que puedan ocurrir, hay que dejar también en claro que no habrá nada que involucre en ellas a Gustavo Petro, dueño de otro ego sideral y de una cauda importante de electores que lo convierte, así les aterre a millones, en el indiscutible líder de un importante grupo de colombianos afines al espectro de la izquierda.
Sabedor como el que más, porque tiene de todo menos de idiota, que jamás llegará a la Presidencia, por lo menos en este 2018, nada le interesa una alianza en la que él no sea el privilegiado, algo totalmente descartado por hoy.
Petro sabe que lo que está en juego ahora y a más corto plazo es la Alcaldía de Bogotá, a la que también aspira Fajardo aprovechando que allá en la capital no conocen su mala forma de administrar y sus magros resultados en su paso por la gobernación de Antioquia.
Y en este lance le lleva Petro una enorme ventaja al hombre que sueña, tomándose un tinto con Humberto de La Calle, conseguir la presidencia de Colombia para poner en marcha ese programa de gobierno que con tanta lucidez y sabiduría condensó en esta frase para la historia: Educación comienza con E.
TWITERCITO: A falta de pan buenas son tortas solían decir los abuelos. Ahora hasta un tinto puede conformar a algunos.