Desde Ecuador se informó que los jugadores de la selección juvenil habían recibido durante los últimos días un fuerte trabajo sicológico para revertir la difícil situación de estar al borde de la eliminación rumbo al Mundial Sub-20, como si la sicología pudiera zanjar las profundas grietas que evidenció la Tricolor a lo largo del campeonato, e incluso desde tiempo atrás.
Y como era previsible, en la cancha del Atahualpa, Colombia ofreció más de lo mismo: abulia, dudas y una pobrísima expresión futbolística. Ni una sola opción de gol en todo el primer tiempo fue la sinopsis de una película para el olvido del combinado nacional en el Campeonato Sudamericano.
Y claro, lo inevitable llegó apenas a los cuatro minutos del segundo período, con una lúcida jugada de los ecuatorianos, que apenas en tres toques lograron llegar al área de Colombia y Bryan Fernández, después de volarse por el costado derecho, cruzó un zurdazo a ras de césped que terminó en el fondo de la red.
El gol alentó a los ecuatorianos, que buscaron los errores de los colombianos que vagaban como almas en pena sobre la cancha, sin ningún rumbo.
Y así, con otro error de la zaga Tricolor, como fue habitual a lo largo del torneo, llegó el segundo gol de los locales, en los pies de Jordi Caicedo, que de paso sepultó definitivamente las aspiraciones de Colombia de asistir al Mundial de Corea del Sur.
El técnico Piscis Restrepo dispuso dos cambios buscando un milagro que no llegó. En la cancha los once jugadores habían bajado los brazos hacía rato, mientras los ecuatorianos daban buena cuenta del balón y convertían los minutos finales en un mero trámite.
Sin mucho qué decir, Piscis daba alguna indicación insulsa y sin destinatario concreto. Nada que pudiera disminuir la latente sensación de que si Ecuador se lo proponía podría acabar goleando a Colombia para redondear su debacle. 
Y lo que era una sensación se convirtió en una certeza a falta de ocho minutos para finalizar el partido, cuando el atacante Bryan Cabezas volvió a quedar frente al arquero Jaime Mora y definió con una clase magistral para sellar el 3-0, que fue un fiel marcador de la diferencia entre ambos equipos en el terreno de juego.
En un acto de misericordia, el juez central sólo decretó dos minutos de reposición para acabar con el suplicio colombiano. 
En la rueda de prensa previo al partido, el técnico antioqueño Piscis Restrepo había declarado que no tendría ningún problema en dar un paso al costado si así lo requería la selección. Y es evidente que un cambio de mando, de ideas y de enfoque, son necesarios para que las selecciones juveniles de Colombia vuelvan a resurgir del paulatino abismo al cual cayó con la errática conducción del Piscis, que en todo este tiempo, aunque acumuló algunos buenos resultados, nunca pudo otogarle lo más importante a la selección: un estilo.