Los campesinos se acostumbraron a la siembra de la coca como si se tratase de cualquier otro cultivo convencional.
Existe una Colombia profunda… desconocida desde la centralidad e históricamente olvidada por el Estado. Una Colombia a la que se llega después de viajar muchas horas por trochas que parecen eternas y que conducen a paraísos naturales poco explorados, donde la vida cotidiana se resuelve en el día a día con mucho menos de lo que se considera necesario en las grandes ciudades.
Hablo de una Colombia compuesta por veredas tan lejanas como La Cooperativa, en Vista Hermosa (Meta), donde –curiosamente– fue las Farc la que construyó hace ya varios años el primer bloque del colegio en el que ahora estudian cerca de 75 niños campesinos. Pequeñas y distantes poblaciones en las que la guerrilla ha sido los tres poderes públicos al mismo tiempo, y en las que apenas ahora, con los Acuerdos de Paz, se logra identificar una presencia más activa del Estado democrático en estos territorios.
Un país con corregimientos como Belén de Bajirá, cuya titularidad se la disputan políticamente los departamentos de Antioquia y Chocó cuando, en términos prácticos, el verdadero control del territorio parece seguir en manos de estructuras criminales que tienen repleto el caso urbano de grafitis de “Agc” (Autodefensas Gaitanistas de Colombia) y cuyo ambiente enrarecido refuerza la noción de una comunidad sujeta a los intereses y designios de actores ilegales.
Territorios como Buena Vista, en Mesetas (Meta), o la zona rural de Puerto Asís (Putumayo), donde los campesinos se acostumbraron a la siembra de la coca como si se tratase de cualquier otro cultivo convencional, con la diferencia de que por este sí les han pagado algo de dinero… el suficiente para poder sobrevivir.
Una Colombia profunda de la que también hace parte Mocoa, que, siendo la capital de un departamento, también ha sido olvidada históricamente y cuyas consecuencias se pagan ahora, con la muerte de centenares de personas que vivían en asentamientos sin mayor planeación y en alto riesgo frente al desbordamiento de los ríos… tal y como ocurrió.
En esta Colombia profunda se vive el día a día, descuidando riesgos y amenazas que solo parecen merecer atención cuando ya se convierten en realidades inevitables ¿Hará falta que ocurran más tragedias en esta Colombia olvidada para que al fin podamos voltear a mirarla?
#TodosSomosMocoa
Nota de cierre: marchas contra la corrupción en las que se arenga que el proceso judicial a Andrés Felipe Arias por AIS es “persecución política”… En nuestra sociedad, no sé si el problema es de ceguera o de lentes difusos que trastornan las nociones de las realidades…