Clara (muy oscura), López

Autor: Rubén Darío Barrientos
21 abril de 2017 - 12:07 AM

La izquierda está hecha pedazos a pesar de que tiene históricamente el viento favorable

Que Clara López haya aceptado ser ministra de Juan Manuel Santos es todo un sacrilegio político, máxime que quien lo hizo es una portavoz de la flacuchenta izquierda colombiana. Que Clara López haya renunciado al Polo Democrático (después de pertenecer a él por más de doce años), es políticamente un acto borroso por cuanto se dice en los mentideros políticos que la López –por el contrario– fue separada de esas huestes, tras ser investigada por el comité de ética del Polo Democrático y determinarse que su alineación en el gobierno fue refractaria a la colectividad que representa, dado que tuvo una posición adhesiva y favorable a las políticas del presidente actual. Por agregarse: genuflexa, arrodillada y lambona.

Clara López, fue candidata presidencial en el 2014, alcanzando 1.958.414 votos, valga decir, el 15,25% del quantum del globo electoral de ese momento en las urnas. Ya había sido fórmula vicepresidencial del candidato presidencial Gustavo Petro, para las elecciones del año 2010, recabando 1.331.267 votos, esto es, el 9.13% del total de la votación que deparó una segunda vuelta. Y como a ella le quedó gustando el cuento, también quiere ser protagonista para este 2018 y quiere ser candidata presidencial no obstante sabe que su derrota está garantizada. Todos sabemos que la aceptación como ministra del Trabajo, fue una decisión de vitrina para sus intereses particulares y un acto de estrategia barata al ser parte de un desacreditado gobierno.

Clara López ha sido del Nuevo Liberalismo, de la Unión Patriótica y del Polo Democrático, partido éste último de oposición al gobierno de Santos, del cual alcanzó la Presidencia y al que se le torció, razón por la cual fue tildada de “querer reencaucharse para mejorar la capacidad de engaño”, como lo afirmó Jorge Robledo, éste sí, coherente hombre zurdo, desde la plataforma ideológica. El sofisma que le presentó al país Clara López, fue decir que aceptó ser ministra de Santos por una cuestión de “flexibilidad política”, pensando la sobrina de Alfonso López Michelsen que la gente come vidrio. Con la oscuridad política de Clara López, se confirma que la izquierda se aleja del poder en definitiva y que le juega nuevamente al desperdicio de una coyuntura muy propicia para vender enojos a tanta mermelada y desgobierno.

Al ser el senador Jorge Robledo candidato ortodoxo del Polo Democrático, le toca a la Clara ser vocera políticamente de un partido diferente, epicentro de una coalición rarófila o ser candidata por firmas, como signo de destierro de sus bases. Ha dicho que la izquierda debe ir unida a la contienda electoral, asunto que ya se descarta porque ni Petro ni Robledo tirarán la toalla. La izquierda, entonces, está hecha pedazos a pesar de que tiene históricamente el viento favorable de poder enarbolar la bandera de la anticorrupción (que pregona Robledo y hasta el disminuido Fajardo) y que amasa también la lenguaraz Claudia López, quien no parece tan izquerdista pero que se enfila en bando opuesto a la derecha. A pesar de los pesares, en las encuestas presidenciales Clara López le gana siempre a Jorge Robledo y en la de Cifras y Conceptos, donde se fue de lejos Vargas Lleras (con el 22%), Petro es segundo con el 7%, Clara López es quinta con el 3% y el arquitecto Robledo es sexto, con un magro y penoso 2%.

Es muy preparada la López, hasta con estudios en Harvard, pero tiene lastres como por ejemplo, haber sido asesora del corrupto Samuel Moreno Rojas. Su destemple la lleva a manejar eufemismos, verbigracia, que “Santos es un valiente de la innovación política”, por lo que Clara en vez de ser clara, es muy oscura, luce confusa, se hundió solita y no aglutina a los zurdos porque decir ella que “formará parte de un gobierno de transición” es tan cantinflesco como pensar que Roy Barreras puede ser presidente de los colombianos en una primera vuelta.   

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