Leí que la gente quiere dos tipos de policía, uno que ponga el orden y otro que le perdone sus infracciones
Una serie de acontecimientos muy particulares me pasaron esta semana y todos dirigidos a esta extraña condición de ciudadanos ejemplares pero con comportamientos impresentables. En la peluquería a donde llevo a los niños la “patrona” me explica antes de mi turno que esto estaba muy difícil y que ella pagaba impuestos y daba trabajo y que eso nadie se lo reconocía, en fin, cuando llego el turno, me dice la señora que nos atendió, que estaba muy enferma, pero que no podía irse por que solo le pagan por cliente atendido, que no tiene seguridad social, que llevaba ahí 8 años. Esa fue una, la señora dando cátedra de honorabilidad y legalidad y sus empleados descubiertos de todo. Un taxista me lleva al centro y lo para un agente de tránsito y le pide algo, aparentemente no tenía lo que le solicitaban y le dice al guarda que le colabore, le explica que está en trámite su documento, y este le dice que le da 10 días para conseguir el papel y lo deja ir. Me dice después el señor: “siempre los convenzo con ese cuento y me dejan ir” esa fue la otra. La última fue que una persona, muy acomodada, aparentemente con su situación económica resuelta, me llama indignada que porque la asistente que iba por días a la casa se cayó y se quebró un brazo y lo quería demandar, me dice: “mire lo que le pasa a uno por ayudarle a la gente”
Es que las estructuras de legalidad de tanto infringirse se perciben como anormales. Alguna vez leí que la gente quiere dos tipos de policía, uno que ponga el orden y otro que le perdone sus infracciones, y es que la ley es para todos, no simplemente para el otro.
Esta es la ciudadanía teórica, la que habla de moralidad y buenas costumbres pero que pide que el sistema de salud funcione como un reloj, aunque no le pague la salud a mis empleados, que se castigue las infracciones del otro, pero que se me de un oportunidad con las mías. Una dinámica de corrupción que es tan evidente que ya se asume como parte del paisaje, entonces es normal que se hubieran perdido muchas de las ayudas que los colombianos diligentemente mandaron para Mocoa, normal que suba el precio de la gasolina sin explicación, normal que se haya perdido más de cuatro veces la plata del acueducto de Tolú, normal Odebrecht, normal la parálisis por análisis, normal todo, absolutamente normal.
La Institución Universitaria ITM hace una investigación en el 2014 sobre la cultura de la legalidad, y en repetidas ocasiones salían temas como copiarle al otro en los exámenes, apuntarse en los trabajos, entregar textos enteros bajados de la red sin referencia, como asuntos que no se consideraban relevantes, fue un indicador muy importante a la hora de abordar una estrategia para formar a los estudiantes en edad escolar regular en una cultura de la legalidad, sin embargo, muy conscientes que tomaría tiempo consolidarla, pues, muchos se los padres de familia de estos niños se desempeñan en trabajos informales.
El problema es que en el paradero de buses todos quieren montarse de primeros, independientemente de los tiempos y la disciplina que se tomaron para alinearse los primeros en llegar.
Esto de construir #CiudadaníaAntesQueCiudad es un reto que implican acciones diarias, absolutamente dirigidas a una cultura de la legalidad, con ininterrumpidas estrategias en todos los rincones del espacio público. No solo se forma en la escuela, también es obligación de la ciudad, formar a sus ciudadanos.