La delicada situación de la urbe sudafricana es una nueva señal de alarma imposible de soslayar porque no estamos lejos de que suceda algo semejante en otros lugares del mundo.
El agua hace parte de nuestra rutina diaria de tal manera que resulta impensable no disponer de ella. No es el caso, sin embargo, de 750 millones de personas en el mundo y tampoco de los 4 millones de habitantes de Ciudad del Cabo en Sudáfrica, la segunda más importante de ese país, enfrentada a la inminencia de quedarse sin este vital recurso.
Inicialmente estaba previsto que el 12 de abril sería el Día Cero, fecha de cierre del suministro público del agua en Ciudad del Cabo. Sin embargo, aunque las pocas lluvias recientes no han roto la sequía de 3 años, la más grave en un siglo, le han dado un respiro a la población, ya que la temida fecha de corte del servicio público se trasladó al 27 de agosto de este año.
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En el intento de posponer la llegada del Día Cero, la Administración de la ciudad fijó un tope de consumo diario -por persona- de 87 litros, equivalentes a una ducha de 4 minutos, a partir del 1 de enero de 2018. En febrero ese tope se redujo a 50 litros y si los reservorios, que según la NASA están al 26 % de su capacidad (y el mayor de ellos al 13.5 %), no se recuperan, todos los habitantes de la más atractiva ciudad de Sudáfrica tendrán que hacer fila en 200 puntos para recibir su dotación diaria, bajo distribución coordinada entre el ejército y la policía. El consumo en promedio de Colombia está ligeramente por encima de 100 litros, en Chile 170 y en España 137 litros.
Esta situación, originada en el cambio climático, razón de fondo de la sequía de los 3 últimos años, y también en el crecimiento poblacional y las irracionales prácticas humanas evidenciadas en el descontrolado consumo de agua, tienen al principal polo turístico de Sudáfrica, generador anual de 27,000 millones de Euros por año, al borde de una de las peores crisis ambientales de nuestra era.
Si pese a los esfuerzos desesperados y costosos de las autoridades llega el racionamiento extremo de 25 litros diarios por persona, la vida de Ciudad del Cabo cambiaría radicalmente descorriéndose el velo de una realidad sin precedentes: agua sólo para lo indispensable, baños de menos de dos minutos, lavandería ocasional, jardines secos; escuelas, universidades, oficinas, negocios, desabastecidos; hospitales, fábricas y hoteles con atención mínima. Hedor a riesgo sanitario constante en toda a ciudad. Los acontecimientos masivos tendrán que repensarse. Lavar el carro será delito.
La disputa por el agua puede alcanzar contornos inimaginables con policía y servicios reorganizados para atender una nueva e imprevisible convivencia urbana. Desconcierto y reajuste severo de la vida familiar con los niños como principales afectados. Los pobres llevarían por supuesto la peor parte con reaparición probable del apartheid, consecuencia de la escasez extrema.
Suena a cantaleta pero la delicada situación de la urbe sudafricana es una nueva señal de alarma imposible de soslayar porque no estamos lejos de que suceda algo semejante en otros lugares del mundo. Sao Paulo, Ciudad de México, Bangalore, El Cairo y otras más están en la lista. Como dato adicional, para 2030, dentro de 12 años, la demanda superará en 40% la oferta mundial de agua.
Mientras Brasilia es sede del Foro Mundial del Agua hasta el 23 de marzo y mañana 22 se conmemora el Día Mundial del Agua, los habitantes de Ciudad del Cabo y de miles de poblaciones sobre el planeta, como en novela de ciencia ficción, no sólo batallan por el agua, que consiguen cara y con dificultad, sino también corren el riesgo de enfrentar restricciones peores.
Ciudad de Cabo, la urbe que Nelson Mandela vio crecer desde Robben Island, durante sus 27 años de cautiverio, está a punto de pasar por la experiencia inédita de vivir con el agua a cuenta gotas.
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La conmemoración de mañana y el encuentro en Brasil, tienen la obligación moral de imprimir acción a las palabras y decisiones prácticas a los dilemas que el futuro del agua, el cambio climático y el desarrollo sostenible plantean.