La respuesta de René Uribe Ferrer a una encuesta realizada por la Revista Pluma, en 1982, dirigida por Jorge Valencia Jaramillo, sobre los cinco libros preferidos, exceptuando la Biblia y el Quijote; permite acercarse al universo del autor.
René Uribe Ferrer
Es imposible responder a la pregunta sobre “los cinco libros preferidos o más trascendentales para usted”. Por ello me tomo la libertad de alterarla, respondiendo con una lista de “cinco de los libros preferidos o más trascendentales para mí”. El orden de los mismos no es de preferencias, también imposible de precisar, sino el cronológico.
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1. Si pudiera seleccionar varios diálogos de Platón, escogería sus cuatro de plenitud: La República, Fedón, El Banquete y Fedro. Reducido a uno solo, señalo Fedón.
No es que acepte todas las principales tesis filosóficas de Platón, sino que veo en él la temprana culminación de la filosofía universal, y comparto la opinión de Whitehead de que toda la filosofía posterior son variaciones acerca de los temas fundamentales del pensamiento platónico. Además hay en él algo casi único: la coincidencia del genio filosófico y del genio literario. Mejor dicho, la genialidad de pensamiento encuentra una igualmente genial forma de expresión. Ello se ha dado otras pocas veces en la literatura occidental, como en los casos de Pascal y de Nietzsche, pero sin el equilibrio sobrehumano con que se manifiesta en Platón. Sobrehumano y plenamente humano.
2. La divina comedia
En mis primeras lecturas de adolescencia preferí, como ha ocurrido a muchos, el dramatismo del Infierno al tono más abstracto, y en apariencia casi inhumano, del Purgatorio y el Paraíso. La repetida vuelta al texto me ha convencido de que la poesía y el interés humano y divino del poeta siguen una línea ascendente a lo largo de las tres partes, hasta culminar en la elación mística del canto final. No es frecuente esa confluencia de una enorme y variada riqueza de contenido humano y ese vuelo de cohete hasta las más enrarecidas cumbres. Y algo también muy escaso es el valor poético propio, aunque no autónomo, de cada terceto y aún de cada verso. No en todos los que constituyen el poema, obviamente, pero sí en su mayoría.
3. Ante la prohibición de escoger casi completo el teatro de Shakespeare (más concretamente, 31 de sus 37 obras dramáticas), no vacilo en seleccionar como la cumbre a Macbeth.
Su pintura de la ambición, el crimen, el remordimiento y el fracaso es una síntesis de casi toda historia del hombre. La escena segunda del acto segundo (“¡No dormirás más Glamis! Glamis ha asesinado el sueño…Macbeth no dormirá más”) es para mí la página suprema de la literatura universal.
4. Los Hermanos Karamazov.
¡Qué descenso a los abismos del pecado y, a la vez, qué ascenso a las máximas alturas del hombre! O más bien, la grandeza y la miseria del hombre, demoníaco y que encuentra a Dios en Cristo sufriente, aparecen como las dos caras de la misma moneda, a la vez vil y sublime. El diálogo entre Alioscha e Iván, sobre el problema del mal y, sobre todo, sobre el sufrimiento de los niños, (capítulo 5° del libro 4°) solo admite parangón con el bíblico libro de Job. Uno y otro son la máxima exposición del más atroz problema del hombre y de la historia, insoluble para la mera razón, y que solo una fe sobrenatural permite aceptar sin comprender.
5. La obra poética de Rubén Darío; se entiende que de Azul en adelante, eliminada su abundante producción anterior a los veinte años.
En Darío como en ningún otro poeta de nuestra lengua, se armonizan totalmente el más despótico dominio de una forma deslumbrante y la intensidad lírica, igualada pero nunca superada por los mayores poetas de cualquiera lengua. Claro que lo anterior solo es verdad plena en sus versos de madurez, o sea a partir de Cantos de Vida y esperanza, cuando supera el esteticismo de Azul y Prosas profanas. Aunque este esteticismo, no exento de momentos de profundidad humana, es también válido. Hay que reconocer sus derechos, mientras no se extralimiten, al esteticismo, al escapismo y a la búsqueda del artificio: son también necesarios y muy humanos, aunque secundarios. Y secundarios son en la obra total de Darío. En quien encuentro lo que ya anoté en Dante, y solo se da en los grandes genios: el valor poético propio de cada estrofa y de cada verso, claro que no siempre.
Postdata: Si la pregunta se hubiera referido a seis obras, no habría sido capaz de escoger para la sexta entre La Odisea, La Orestíada, Edipo en Colono, Las Bacantes, Gargantúa y Pantagruel, Fausto, La Guerra y la Paz y A la Búsqueda del Tiempo Perdido.