Ciencia para la cultura

Autor: Eufrasio Guzmán Mesa
9 noviembre de 2017 - 12:09 AM

Tenemos que ser capaces como ciudad y como región de generar riqueza y bienestar con conocimiento y no con viveza, astucia y marrullería

La innovación se nos presenta como un bien en sí y no sobra advertir que como especie somos seres insaciables en nuestra avidez de novedades. Omnívoros, no sobra recordar que también la innovación es volver a mirar lo realizado y repensarlo. Cultura es todo el flujo de información que circula por medios conductuales y la separamos así de la información que circula por vía genética. Toda la información que circula de manera conductual nos indica que también es necesario hacer distinciones ahora que tenemos la tendencia a equiparar saberes o a rescatarlos.

La exclusión de los saberes ancestrales no sólo significa pérdida de riqueza cultural, sino que ahonda las exclusiones y la desigualdad. Yo considero importante este esfuerzo por equiparar las formas de conocimiento pero quiero señalar que en los flujos de información que nos nutren, nos fundan o le dan sentido a la vida hay unos de mayor calidad, hay otros muy intensos que nos emocionan y cambian como el arte. La calidad la pongo en perspectiva y señalo que hacer descripciones lo más objetivas posibles, ofrecer explicaciones satisfactorias, hacer predicciones eficientes es un indicador de alta calidad en el conocimiento. Quiero aseverar que no todas las informaciones que circulan tienen la misma calidad y que pueden entrañar saberes diferentes.

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Si queremos en nuestra sociedad y en los planes de desarrollo alcanzar metas de importancia tenemos que exaltar las formas del conocimiento que soportan las verificaciones y las comprobaciones más exigentes. La sociedad mundial del conocimiento no es la de cualquier conocimiento, es la del que alcance altos grados de aceptación en el seno de las comunidades científicas nacionales e internacionales. Reconocer este carácter del conocimiento no puede ser sometido a escarnio ahora que los saberes populares se reconocen. La especialización no es pérdida de riqueza, ni ahonda la exclusión, debemos prepararnos para ella, propiciarla, protegerla y estimularla y hace rato que las universidades y los centros de investigación y las empresas serias y visionarias se empeñan en desarrollar la investigación y la formación doctoral y no por un prurito excluyente sino porque es piramidal el mapa de los conocimientos científicos de calidad.

La base la forman conocimientos en ciencias básicas, sólidos, compartidos por muchos, pero la cúpula de la pirámide no la ocupan sanadores ni cuenteros, así nos deleiten o alivien. Nos tenemos que preparar para producir conocimientos de alta calidad y eso requiere preparación de mentes y adiestramiento por muchos años, inversión enorme, capacidad para retener los mejores cerebros. Sobre la calidad debemos tener una visión rica, polifacética e incluyente y ella debe ser accesible a todos los ciudadanos, pero no todos tienen la persistencia para ponerse a nivel de los grandes logros de la humanidad; hay que apoyar decididamente a quienes estén dispuestos a hacer estos esfuerzos que son de toda una vida. Y hay un giro importante que debemos dar y tenemos que ser capaces como ciudad y como región de generar riqueza y bienestar con conocimiento y no con viveza, astucia y marrullería. Está ya muy largo el capítulo en el cual se celebra la astucia, la capacidad de tomar riesgos y no respetar la ley para lograr progreso. Nuestro mayor reto es ser capaces de darle la vuelta a ese capítulo macabro de nuestra historia que señala que el talento del bueno es el de los vivos que se enriquecen a como de lugar y el talento del malo es el de los que se dedican con entereza a tareas como la ciencia o el arte de excelencia.

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