Deben reclamar mayor compromiso de sus propios ciudadanos que son quienes eligen a los gobernantes y a los legisladores nacionales,
En agosto del año pasado habíamos advertido en este Memento que “Lo del Chocó es otra crónica repetida, antes y con seguridad después. Así será mientras no haya nueva dirigencia y nuevas maneras de afrontar la realidad cotidiana” y como efectivamente nada cambió en los últimos meses, transcurre otra protesta popular, nuevos enfrentamientos entre manifestantes y policía, continuas escaramuzas, mesas que se sientan y se levantan sin nuevos acuerdos, es decir un libreto repetido.
Como ha ocurrido en los últimos años, los promotores del paro, los dirigentes del Comité Cívico, le reclaman al Gobierno Nacional que cumpla con los acuerdos y que aumente las inversiones. Y nuevamente desde el poder central se repite el librero de “ningún otro gobierno ha invertido tanto en el Chocó”; de nuevo el ministro de ambiente, Luis Gilberto Murillo, malogrado gobernador de su terruño, tiene que ponerle la frente a la brisa para tratar de caldear los ánimos.
Pero ni en la protesta tiene suerte el Chocó. Y no es que se le deba dejar todo al azar sino que de tanto ir de yerro en yerro, a esa sociedad se le agotan las esperanzas de cambiar su destino en el corto plazo, a no ser por un algo fortuito. Y digo que le falta suerte a ese paro porque una semana atrás fue la noticia con la que abrieron los informativos nacionales, pero en un par de días perdió protagonismo porque a ella se sumaron los paros de maestros, de taxistas, del Inpec, del propio Ministerio del Trabajo y uno similar, y también repetido, en Buenaventura. Entonces los reclamos chocoanos pasaron de dominar la agenda informativa a hacer parte de un panorama nacional de paros, perdió importancia mediática y visibilidad.
Al cúmulo de paros y protestas, o sea de noticias parecidas, obviamente hay que sumar las inundaciones en medio país y sobre todo en una obra pública recién inaugurada en Bogotá, la discusión por el referendo discriminatorio de la señora Morales, el plan pistola ordenado por los mafiosos contra las autoridades y la amenaza informática mundial, además de un sinnúmero de hechos que se roban la atención y que marcan la opinión. Un panorama con el que debe competir cualquier hecho informativo para alcanzar un seguimiento importante en los medios. Pero que en casos como el de Chocó, se tornan dramáticos porque justamente es esa condición de invisibilidad la que ha permitido que allí unos pocos se favorezcan de las riquezas y otros muchos sufran la consecuencia de esa realidad.
Lo que le reclaman los líderes cívicos al gobierno es una mirada periférica menos coyuntural, pero se quedan cortos en el reclamo. Como hemos mencionado en otras oportunidades, deben exigirles más a sus dirigentes locales y regionales, que no siempre han sido ni los más horados ni los más eficientes. Pero también deben reclamar mayor compromiso de sus propios ciudadanos que son quienes eligen a los gobernantes y a los legisladores nacionales, no siempre con el criterio político o la conciencia ciudadana limpia sino a cambio de pequeñas dádivas y sin responsabilidad con su región.
Además, los chocoanos deben reclamar una presencia permanente de los medios de comunicación que hacen eco de la queja por el abandono del estado a esa y otras regiones, cada tanto, pero entre una protesta y otra se suman al abandono. Casi ningún medio nacional tiene corresponsal permanente allí. Ninguno hace seguimiento al avance o no de las obras, del cumplimiento o no de las promesas y compromisos de parte y parte. A nadie parece importarle lo que ocurre allá si no es una masacre, un secuestro masivo, una tragedia invernal o el paro de cada año. Si, está bien que los medios llamen al gobierno a mirar la periferia y cuidar las fronteras, pero deben hacerlo ellos también de manera sistemática y habitual. Solo así podrán cumplir de manera eficiente y consistente la labor de veeduría que le deben a la sociedad. Lo demás serán palos de ciego o mirar la paja en el ojo ajeno. Más medios, para que el Chocó no esté siempre andando a medias.