Cantaleta: La universidad y la nada

Autor: Sergio Roldán Gutiérrez
31 enero de 2018 - 12:08 AM

Está más que claro que el deterioro de una nación no está determinado por la guerra y sus devastadoras consecuencias. Está definitivamente determinado por la calidad de la educación

Educación, universidad, realización personal, estado, sociedad, economía y empresa, una serie de términos que con dificultad se pueden mirar aislados, pero que articularlos sería un sueño. Las políticas económicas y las empresas le dictan, casi a gritos a la educación superior que es lo que se tiene que hacer, la someten a sus líneas, y aunque todo el andamiaje doble moral de pararse encima del otro bajo el nombre de competencia es promovido por las aulas, encuentran estas dinámicas, un nicho perfecto para crecer, la universidad en Colombia está, ensimismada, parasitaria, sin efecto real y positivo para la ciudadanía, formando para el desempleo con absoluta impertinencia y promoviendo emprendimientos insostenibles. Para acabar de ajustar la triada, aparece el estado, irresponsablemente, diciéndole a todos que tienen que ser profesionales y que a todo precio se tienen que ocupar en estudiar lo que sea, sin ningún tipo de racionalización a partir de perfiles vocacionales y necesidades reales de la sociedad, haciendo de la educación superior una vez más una estrategia populista, costosa e inocua, en donde el incauto beneficiario con dificultad habrá recibido un título en el doble de tiempo de lo normal, y que sólo le servirá para exhibirlo.

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La otra cara, no menos pasmosa que la anterior, es la que se muestra al interior de las instituciones de educación superior, obviamente no en todas, pero lo que si es seguro es que en la mayoría de las publicas. Muchos doctores sin diplomas dando cátedra de honorabilidad, transparencia y rigor. Muchos diplomas sin el doctor, que ya hastiados de un sistema de formación mañoso y marrullero deciden solo cumplir con la cuota de nómina, sin aportar para no hacer más daño. Muchas empresas de papel; muchas ideas sin proyecto sumadas a muchas trabas para emprender.  Mejor dicho, un escenario hermoso para progresar.

Siguiendo con el asunto, a propósito de varias universidades públicas próximas a elegir rector, (y varias privadas también) está más que claro que el deterioro de una nación no está determinado por la guerra y sus devastadoras consecuencias. Está definitivamente determinado por la calidad de la educación y sus políticas de continuidad. Todo falló por años en un país, cuando los pacientes se mueren en manos de los médicos en las puertas de los hospitales, cuando los puentes y edificios se derrumban en las manos de los ingenieros, cuando las bolsas de valores colapsan en las manos de los economistas, cuando los principios elementales son decretados a conveniencia de los abogados, en fin. ¿Les parece conocido ese panorama?

A todas estas, con semejante hecatombe, en la que desde el presidente de la República, hasta el estudiante de secundaria le da lo mismo quedar bien que mal, ¿existe un proyecto de nación?, ¿le estamos apuntando a uno?. Pienso que todo este caos se debe a la miopía de la dirigencia nacional, a cierta mentalidad derrotista, paternalista y providencial de la mayoría que hoy piden que los reelijamos, pienso que siguen cuatro años difíciles para la formación intelectual de nuestro país y que para empezar a cambiar en algo el rumbo de esta debacle, el trabajo de los humanistas está por hacerse. No es tiempo de lucirse con discursos, el mejor testimonio, sin duda, es la coherencia de nuestras vidas.

Vea además: Transformación: muchas cosas muy bien hechas durante mucho tiempo

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