Un cine más reflexivo, que lleva a los espectadores a un nuevo nivel de conciencia, que dejó de lado los temas violentos para narrar la historia de la cultura muisca y toda la cosmología inmersa en ella, eso ha hecho que la película de Juan Manuel Benavides haya sido merecedora de varios premios internacionales.
La sala de cine del Colombo Americano fue el escenario en el que este jueves 16 de noviembre se estrenó Canción de Iguaque del director colombiano Juan Manuel Benavides, una película que decidió hacer como tributo a ese territorio que lo ha acogido por más de 20 años y que considera tiene una magia en sus ecosistemas y sus tradiciones.
Esta es una película argumental pero, según palabras del propio Victor Gaviria, estrenó en su argumento un nuevo género en Colombia, al que llamo de filosófico a poético. Su director explicó que dicha clasificación se dio gracias a que su contenido de reflexión es muy profundo y sus textos hacen que, más allá de la historia que viven los protagonistas, lo más importante sea la introspección que genera en los espectadores.
La preparación para la construcción de esta historia requirió de un año de investigación con el cabildo muisca Sesquile, con quienes profundizaron en los aspectos ancestrales, además trabajaron con los libros de José Rozo Gauta, un estudioso de la mitología muisca. Toda esa información recolectada fue fundamental para que Elsa Posada, Luis Barbosa y el propio Juan Manuel Benavides construyeran el guion de Canción de Iguaque.
Sus actores también tuvieron que hacer una preparación previa, por eso Noëlle Schönwald, quien interpreta a Xué, la amada compañera de Roble, el protagonista; leyó dos libros de Carlos Castañeda por sugerencia de su director, ya que él quería hacer un poco esa reflexión que hace el autor en sus libros con sus personajes.
El mayor reto de la producción durante los dos meses y medio que duró el rodaje fueron los más de 50 decorados presentes en la película, pues fue grabada en siete municipios de Boyacá, en los que pasaron del páramo al desierto y luego al trópico. “La dirección de arte estuvo a cargo de Ricardo Duque, famoso por haber trabajo en la misma área en producciones como La Vendedora de Rosas y Las Hinojozas, logró crear decorados muy especiales, salidos de lo común, simbólicos, que unidos a la calidad de la dirección de fotografía -que la realizó Francisco Gaviria-, genera una respuesta visual muy fuerte en interiores, con los decorados simbólicos muy ligados a la iluminación teatral como la iluminación natural que se trabajó en exteriores”, señaló Benavides.
Por su parte, Noëlle manifestó que quiso participar en este filme porque le agradó la idea de hacer una reflexión sobre las cosas simples de la vida, además de la relación que hay con la naturaleza, “es una historia que se desarrolla en el campo boyacense, en Villa de Leyva, eso también me llamó mucho la atención, que genera un acercamiento a lo espiritual sobre el sentido de la vida, sobre la importancia de escucharse a sí mismo, es una película amable y por ese me pareció que se enrolaba en mi proyecto”, indicó la actriz.
Aunque el personaje de Xué no está muy involucrado con la mitología muisca, pues esta es una mujer quien llega de la ciudad a un pueblo donde encuentra a un hombre (Roble) quien está viviendo una vida muy sencilla, quien hace vino con las frutas que recolecta, Noëlle se dejó llevar por lo que representaba la película, por los símbolos presentes en ella y por la magia que Juan Manuel Benavides quería imponer en cada escena.
Una experiencia sanadora
Lea también: La magia de Siete cabezas llegará a Varsovia