Canchimalos hace del barrio un escenario

Autor: Yonatan A. Rodriguez Alvarez
28 mayo de 2017 - 03:23 PM

La Corporación Cultural Canchimalos, con 41 años de labor, ve en la danza, la música y el teatro la posibilidad de reivindicar la colombianidad en los territorios. 

Medellín

Canchimalos ha sido una Corporación Cultural constante en su trabajo comunitario, enfocado principalmente en el rescate y fomento de la danza, de la música tradicional colombiana.

Desde su fundación, en 1976, la organización se enfocó en los juegos de los niños en las calles y en la lúdica como un instrumento de transformación social, especialmente en el barrio El Bosque, ubicado cerca del Jardín Botánico, donde Óscar Vahos y su esposa, Marina Jaramillo, iniciaron su labor.

“Óscar en esa época era profesor de la EPA (Escuela Popular de Arte), y allí había un grupo de danzas que representaba la institución. Surgió entonces la necesidad de crear un ensamble musical que acompañara esa danza, y así se consolidó más el grupo, pero fue difícil porque con un mismo instrumental nos tocaba acompañar los bailes del Atlántico o del Pacífico”, recordó Arturo Vahos, representante legal de la entidad, sobre los primeros años de labor. 

Posteriormente, y ya con un trabajo independiente de la EPA, Canchimalos no tuvo más sede que la casa en la que estuviera el “maestro”, nombre con el que el grupo recuerda a Óscar, fallecido en 2004. La primera sede de Canchimalos estuvo ubicada en el barrio La América, y desde allí se acentuó su labor investigativa con la danza.

“Estando en la EPA se evidenció la confrontación cultural que había entre los libros de folclor y las manifestaciones de la cultura, porque allí estudiaba gente de todo el país que decía que la danza no era como aparecía en los textos, que era lo único que teníamos para aprenderla. Entonces el grupo entendió que no era que el libro estuviera equivocado, sino que las manifestaciones eran más ricas y diversas de lo que se pensó en un momento”, explicó Miriam. 

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Ritmos como el Currulao, el Bullerengue, la Cumbiamba y el Porro se escucharon con más frecuencia en los barrios de Medellín en una labor de rescate de esas tradiciones. 
Jhon Mario Lora, ‘El guatín’ integrante de la Corporación hace 26 años, recordó cómo comenzaron sus labores: “Estudiamos y fomentamos los ritmos de otras regiones, y vimos que también gustaron mucho en los jóvenes, pero también buscamos rescatar las expresiones propias de la danza en el Valle del Aburrá, como el Sainete, que se encontraba aún en la partes urbanizadas de Medellín como San Cristóbal y Castilla”.

El rescate de las raíces de la colombianidad y el fomento de la cultura son desde entonces la bandera política de esta corporación, que encuentra en su trabajo artístico un insumo de transformación social efectiva. Su grito se alza hacia una misma voz: “Para que esta sociedad se reivindique, la cultura se debe entender como un eje central de la ciudadanía y no como una herramienta”. 

Actualmente, están ubicados a una cuadra de la estación Floresta del Metro, pero su trabajo se expande a los rincones de las comununas 11, 12 y 13 de la ciudad. Desde allí generan encuentros musicales para la alfabetización folclórica que vincula a los habitantes del sector. En estas jornadas diversas culturas  son trabajadas bajo en enfoque musicodanzado, que integra grupos de proyección, artes integradas y uno de los componentes más importantes del rescate de las tradición colombianista: la oralitura. 

Una posición crítica ante la economía cultural

La bailarina Miriam Páez, coordinadora de la Corporación Cultural Canchimalos, precisó que “siempre que el Estado mira a las organizaciones culturales les sugiere: ‘Sean autosostenibles’. Quieren hacer sentir que asumimos una posición paternalista cuando pedimos más inversión, ¿Será que el Ejército o la banca entonces no son dependientes?”.
Páez explicó que el reto de las iniciativas culturales en Colombia ha sido históricamente “administrar la pobreza”. 

Durante los 41 años de labor que tiene Canchimalos, de los cuales ella ha estado presente 10, ha evidenciado cómo la crisis se ha hecho un estado permanente en los trabajos comunitarios que buscan impactar el territorio. 

“Canchimalos no pasa desapercibida en la cuadra en la que esté, y su radio de acción no se resume a su ubicación física, también tenemos alianzas con instituciones educativas y juntas de acción comunal que nos ayudan a llevar lo que hacemos a otras poblaciones”, detalló.

Arturo Vahos, hermano del fundador de los Canchimalos, Óscar Vahos; agregó que en este momento el país necesita de la labor de las organizaciones culturales, sociales, pero, paradójicamente, es cuando “más duro les ha tirado el Gobierno”. Según él, “en menos de un año, ha aprobado un montón de leyes y decretos que lo único que hacen es imposibilitar las contrataciones de este tipo de entidades con el Estado: la Reforma Tributaria, La ley Anticorrupción y la Ley Naranja, todo eso nos está atacando”. 

Luisa Fernanda Hurtado, coordinadora de la Escuela Artística Integral de Canchimalos, se sumó al argumento de que las entidades sin ánimo de lucro no pueden ser medidas como industrias: “Es que se tiene que entender que la rentabilidad nuestra no es económica sino social. Somos testigos de un sistema muy duro con la economía solidaria, que ignora cuánto este tipo de iniciativas le ahorra en cárceles, en hospitales, en contención social, porque lo que nosotros hacemos es formar”, concluyó. 

Chucho Mejía,  adiós a un Canchimalo

El folclorista Jesús Mejía Ossa, “Chucho Mejía”, fallecido el pasado domingo, también fue uno de los pilares de la lucha de Canchimalos a lo largo de sus cuatro décadas de labor. 

Su legitimación de la afro antioqueñidad fue una de las líneas de trabajo en la corporación. Arturo Vahos señala que “Chucho no alcanzó a imaginar lo que ha sembrado en todos los que hemos trabajado en la cultura popular, él ha sembrado esa semilla en todo el arte de la ciudad”, por otro lado John Mario Lora, recuerda que “fue el guía en Canchimalos, una conversadita con él era un alimento espiritual en lo cultural”. 

Por su lado, Miriam Páez, explica el trabajo cultural del Chucho y su trabajo con la corporación fue un acompañante constante, ya que fue para los Canchimalos una figura casi  tan relevante como la del maestro Óscar Vahos: “Era una voz muy importante, porque siempre tenía siembre algo que regalarle a uno al momento de compartir con él. Nos dió mucho sostén su orientación”. 

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