Quiero ahondar hoy en eso que llamamos “calidad de la educación”. Todos defendemos y queremos una educación con calidad.
Olga Lucía Riveros Gaona*
En época electoral, de las bocas de quiénes quieren ser elegidos salen las mejores palabras para persuadir a los votantes. Y para hablar de educación hay unas muy atractivas: cobertura, calidad, gratuidad y pertinencia.
Quiero ahondar hoy en eso que llamamos “calidad de la educación”. Todos defendemos y queremos una educación con calidad. A lo largo de la historia, todas las reformas educativas han pretendido abordarla. Pero el concepto permite distintas interpretaciones a las que subyacen diferentes marcos conceptuales y políticos, se construye socialmente, está en constante cambio y puede tener tantos significados como personas lo usen.
No voy a ir a los autores, quiero preguntarle a los lectores: ¿Qué queremos cuando pedimos una educación con calidad? ¿Pensamos en los resultados de las pruebas Saber? ¿En un niño, niña o joven que saluda, se despide, es atento, responde por sus actos y genera un buen ambiente en la convivencia con otros? ¿En uno que tiene conocimientos de las diferentes áreas y los aplica adecuadamente en distintos escenarios? ¿En niños felices aprendiendo a su ritmo, generando pensamiento analítico y construyendo con otros? ¿En todas las anteriores? ¿En otra cosa?
Entonces, ¿qué hacer ahora en la contienda política cuando los candidatos tienen la calidad como bandera? Definitivamente, no basta con que nos hablen de mejorarla. La construcción de una educación de calidad es un proceso complejo y permanente y necesitamos que nos cuenten detalles y expliquen su enfoque.
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Quiero dejar aquí un decálogo de la calidad de la educación, que aunque no es exhaustivo ni agota todo lo que implica el concepto, sí contiene aspectos fundamentales a tener en cuenta y sirve de guía, entre otras, a la hora de leer más a fondo las propuestas presidenciales:
Un último factor, no por eso menos importante, que no entra en el decálogo porque no responde solamente a la calidad de la educación, es la disponibilidad de recursos, de presupuesto real para cada uno de estos aspectos, asunto que implica no sólo decir cuánto se necesita para unas “escuelas ideales”, sino que, reconociendo la crisis económica actual del país y la deuda histórica que los gobiernos tienen con el sector, los candidatos nos puedan decir cómo efectivamente lo van a conseguir.
*Asesora en la Fundación Empresarios por la Educación, una organización de la sociedad civil que conecta sueños, proyectos, actores y recursos para contribuir al mejoramiento de la calidad educativa.