La calidad y delicadeza en el trato tienen su máxima expresión en la forma de expresar las ideas
Con gran sorpresa y cierta desazón me enteré del proyecto de acuerdo que se tramita en el Concejo de Bogotá para obligar a los hombres a que les cedan el asiento a las damas en Transmilenio. Ya hay que elevar a la categoría de Ley la más elemental de las acciones de cortesía que le enseñaban a uno desde pequeño en la casa y se la recordaban en el Colegio.
Puede ser muy sofisticado el sistema educativo, se puede hablar mucho de investigación y de tecnología, pero qué enorme precariedad en el aspecto formativo, sin excusar a unos padres que primero procrean consciente o inconscientemente y luego proveen cosas materiales al proyecto de humano que tienen en sus manos, al que le están quedando faltando varios hervores, con las debidas excepciones, propias de cualquier actividad humana. Las buenas maneras y la buena educación van de la mano, y en esto, si los papás son mal educados, pues con su ejemplo cotidiano simplemente conseguirán aportarle a la sociedad, hijos mal educados como ellos.
¡Qué tristeza! La mínima caballerosidad, la más elemental consideración que debe tenerse con las damas, se perdió. Y lamentablemente, al hablar de buenas prácticas, parece que a nadie le importa que algo que debería ser simplemente obvio y espontáneo, hoy tenga que ser reivindicado por medios legales.
Debo confesar qué en este sentido, gracias a la formación familiar y a mis excelentes profesores de Colegio, estas prácticas, asociadas o no hoy peyorativamente con Carreño, me han acompañado toda la vida. Recordemos que Manuel Antonio Carreño escribió su famoso “Manual de Urbanidad y Buenas Maneras” por allá en 1853.
Ahora bien, simplemente en términos prácticos y de solidaridad, qué bueno que los jóvenes de hoy, quisieran que trataran a sus mamás, a sus esposas, a sus novias, a sus hermanas, a sus hijas y a sus sobrinas, de buena manera, así como ellos tratan a las mamás, las esposas, las novias, las hermanas, las hijas y las sobrinas de los otros. A una mujer no se le toca ni con el pétalo de una rosa. Y eso no se discute ni se negocia. Pero el facilitar sus actividades y hacer más amable su existencia, debe nacer desde adentro, sin más motivación que la espontaneidad.
Machismo y feminismo son posturas extremas que nada aportan y más bien hacen que se involucione en el camino ganado. Ceder el asiento, dar prelación en las entradas y las salidas, ponerse de pie, saludar con respeto, permitir la circulación preferencial por el lado derecho, jamás dejarla rezagada al caminar, correr el asiento, abrir la puerta, ofrecer la mano para facilitar el subir o el bajar por las escalas y los andenes, ayudar a pasar la calle, evitar que cargue paquetes, sostener el paraguas, ser cortés y amable, no genera ningún esfuerzo. Mucho más énfasis en el caso de mujeres mayores y de los ancianos en general.
“Lo que natura no da, Salamanca no lo presta” como reza en el frontispicio de la Universidad de Salamanca. El comportamiento ordinario, y peor, el comportamiento soez, se expresa también en la forma de vestir, en el hablar, en las expresiones corporales, en las reacciones, el vocabulario, en el comportamiento en la mesa, en los espacios públicos, en la tolerancia y el respeto que se tiene con el otro, ya sea conocido o desconocido.
La calidad y delicadeza en el trato tienen su máxima expresión en la forma de expresar las ideas, de argumentar, de contra argumentar, de aprobar, de disentir, en el tono de la voz, en la calidad de las palabras que se emplean, en la suavidad o estridencia de la risa, en la forma de mirar, en el cómo sentarse, cómo apoyarse, el qué hacer con las manos, aún el tema de conversación y el tipo de bromas que se hagan.
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En un mundo globalizado donde se reivindica la multiculturalidad, sí que es necesario estudiar y entender los hábitos y las costumbres de la gente de otros lugares para no ir a contrariar las normas de conducta propias de cada grupo humano.
No estamos hablando de etiqueta ni de protocolo. Estamos es simplemente llamando la atención con respecto al comportamiento básico y mínimo que los humanos debemos desarrollar para poder decir que vivimos en sociedad, y qué en términos de profundidad, que el concepto de humanidad, no nos queda grande.
En estos días de paros, me llamó la atención este mensaje: “Cuando los maestros paran, todos critican. Pero cuando los políticos roban, todos los reeligen”. ¡Que calamidad!
Mientras tratamos de coexistir de manera civilizada, dotemos a Medellín de un Centro de Espectáculos propio de una ciudad con aspiraciones globales.