“Es una artista que ha contado la historia complicada de su país, con una obra poética y única y desgraciadamente no suficientemente conocida en este país", afirmó el director del Museo Reina Sofía, Manuel Villel.
España tenía una deuda con la colombiana Beatriz González, quien ha reconstruido la historia de su país y una de las artistas y "maestras" más importantes del siglo XX. Ahora, el Museo Reina Sofía en Madrid, inaugura la primera monográfica sobre su obra organizada en Europa, en el Palacio de Velázquez del Retiro.
Una obra que transita entre la ironía y el dolor y que "se caracteriza por el uso de las imágenes como metáforas que narran lo que no está escrito, lo que la historia no puede contar, que escribe lo que no se puede narrar y que lee lo que no está escrito", recalcó hoy el director del Museo Reina Sofía, Manuel Borja Villel, durante la inauguración de la muestra.
Beatriz González asistió a la presentación de su exposición, compuesta por casi 160 obras, entre pinturas, dibujos, láminas, esculturas e instalaciones realizadas entre 1965 y 2017, además de archivos presentados por diferentes museos de todo el mundo, en un diálogo entre las narrativas populares y la pintura formal.
Considerada por muchos como la pionera del arte pop latinoamericano, ella negó este viernes este extremo, "no me considero una artista pop. Yo soy anterior a Warhol, a nosotros solo nos llegó el expresionismo abstracto. Mis inicios no fueron pop, pero sí que tengo cierta empatía con el movimiento, todo está en el aire, pero a mí me gustan las imágenes imprecisas y a ellos, no".
La artista colombiana fue pionera en el país en materia de educación y museos, como centros de conocimiento y espacio de reflexión. González no para de trabajar a sus 80 años, "tengo cabeza, manos y sensibilidad", dijo, cualquier cosa le inspira, desde Vermer hasta un bolso polvera que le recordó a Sara Montiel, desde que comenzó en los setenta a ir a los mercadillos de Bogotá para comprar objetos y muebles para luego transformarlos.
Así, en la exposición, comisariada por María Inés Rodríguez, está presente su Telón de la móvil y cambiante naturaleza en el que González pinta sobre un telón de siete por doce metros una copia del cuadro el Almuerzo sobre la hierba, de Manet, que hizo a partir de una desvaída reproducción del mismo cuadro que encontró en la portada de una revista.
También está en la muestra una bandeja inmensa con la pintura de Salomé y la cabeza del Bautista, un mueble recibidor con la imagen de La Gioconda; La última cena de Leonardo, plasmada en una mesa llamada La última mesa o un tocador con la Virgen de la silla de Rafael Sanzio.
Todo ello se mezcla con obras de óleo sobre papel, donde también se ve a Beatriz González como cronista política de Colombia. Un trabajo en el que la artista habla del dolor generado en la sociedad "por la violencia, la corrupción política o el narcotráfico".
También, una reflexión crítica que está en su obra Auras anónimas, cuando la artista hizo una intervención en el cementerio de Bogotá, que estaba dedicado a los muertos en la revuelta del 9 de abril de 1948 por el asesinato del candidato Jorge Gaitán.