La confabulación de todos contra Duque se repetirá a lo largo y ancho del país y lo será in crescendo, lo cual es bueno para este
El debate entre candidatos efectuado en Barranquilla mostró la superioridad de Iván Duque frente a los otros aspirantes. Todos estos unieron esfuerzos, en una estrategia común claramente orquestada, para golpear al candidato de la oposición. Y cuando digo todos, son todos, incluyendo a Vargas Lleras, a quien Duque señaló de ser el copiloto dormido de un avión que va en picada, cuando aquel se las quiso pasar de listo, acusándolo de haber trabajado con el actual presidente. Y de paso, Duque probó hasta la saciedad lo que muchos venían afirmando: que Vargas Lleras es candidato santista, junto con Petro, Fajardo, De la Calle y Piedad Córdoba; lo cual tiene un corolario: que Duque es el único candidato de oposición a este gobierno fatal.
Durante dos horas, los candidatos gobiernistas no pudieron acorralarlo; y, por el contrario, se creció con propuestas acertadas y respuestas sensatas -pero con una dosis de humor y de sarcasmo- que desnudaron la pobreza programática de sus contendores y su felonía argumentativa, basada no en refutar los planteamientos de Duque, sino en denigrar de su persona -argumentos ad hominem.
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Ahora bien, lo ocurrido en Barranquilla, la confabulación de todos contra Duque se repetirá a lo largo y ancho del país y lo será in crescendo, lo cual es bueno para este, porque podrá hacer uso de su preparación e ingenio para seguir consolidándose ante la opinión pública.
Pero no todo es un camino de rosa. Desde esta columna he venido advirtiendo sobre las maniobras perversas para impedir el triunfo de Duque: van desde montajes en su contra, pasando por acosar a Uribe e intentar encarcelarlo, hasta el uso de medios menos violentos, pero no por ello, menos efectivos, para desprestigiar a Duque mediante calumnias, artículos sesgados y mentirosos y acciones de propaganda negra.
Un ejemplo de esta última estrategia es lo que ha venido ocurriendo con el caricaturista que se autodenomina “Matador”. Se trata de una persona profundamente antiuribista, y, por consiguiente, antiduquista. Está en su derecho y eso es profundamente respetable. También es su derecho que aproveche los espacios de comunicación que tiene, para expresar sus opiniones. La libertad de expresión es uno de los bienes más preciados de nuestra democracia, y soy de los que piensa que es mejor pecar por exceso que por falta de ella.
Por todo lo anterior, rechazo enérgicamente la actitud de la persona que impugnaba uno de los trabajos del caricaturista, en el que este trató a Duque y a los uribistas de cochinos, con el expediente de añorar a un matón sanguinario paramilitar para silenciarlo: “Matador es un canalla, qué falta nos hace Castaño para callarlo”. Ya el país sabe de quien se trata el hombre, quien, por otra parte, pidió públicamente excusas al afectado, pero es claro que no se puede apelar a un recurso tan bajo como desear la muerte de alguien, y a un personaje tan perverso y tan macabro en la historia nacional, para que lo haga.
Pero, la reacción de Matador fue condenar al Centro Democrático y a los uribistas de amenazarlo de muerte, a pesar de que ese partido expulsó al autor del tuit y expidió una declaración oficial rechazando el hecho. Hay millones, la inmensa mayoría, de uribistas y de militantes del Centro Democrático, decentes, a los que jamás se les ocurriría intimidar a nadie, a pesar de que los comparen con un cochino.
Pero, Matador ha utilizado este incidente para escalar una serie de actitudes tendientes a desprestigiar a la oposición. No se trata ya de que fue amenazado, sino que, ha convertido el incidente producto de una persona desadaptada, en un tribunal de la inquisición en los medios que le hacen el coro, de manera persistente contra los que no piensan como él, en una campaña electoral en marcha, con el avieso propósito de destruirla. Con esa actitud está pasando de víctima a victimario.
Digo esto, en el sentido de que millones de colombianos se sienten ofendidos y acosados por la manera como se refiere a los que tienen derecho a pensar diferente a Matador. Porque no está bien decirle cochino a nadie en razón de lo que defiende y cree, ni hay derecho a manipular un video para hacerle decir a Duque que Uribe es paramilitar. Ni hay derecho a desear que a Ordoñez le hagan la eutanasia, por pedir una intervención militar humanitaria en Venezuela: @matadoreltiempo de febrero 23 de 2018: “una eutanasia para este señor ¡por dios! está delirando”; ni a concitar a sus amigos a silenciar a Uribe: @matadoreltiempo, del 18 de julio del 2017: “debemos silenciar a Uribe” (www.elnodo.co).
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Querer que alguien ejecute por piedad a Ordoñez, puede parecer una ironía, pero es una incitación al odio y a la agresión; y qué decir de la consigna de silenciar a Uribe, en un país en el que “silenciar” significa lo mismo que “callar”. Más aun, cuando cuenta -porque ya veremos que pronto volverá a tuiter para atacar a la oposición- con 213.000 seguidores.
¿Qué tienen que ver esos tuits con la libertad de expresión? ¿Qué tienen esas incitaciones de políticamente correctas? ¿La incitación al odio es buena porque lo hace gente como esa, a nombre de la libertad de expresión? De ninguna manera. En un ambiente caldeado no se puede apagar el fuego con gasolina, porque por ese camino nuestro país, y en él, los incendiarios, arderán. Hay una responsabilidad social que el odio al oponente no puede pretermitir.
Basta de mentiras y de montajes. Basta de gritar ¡cojan al ladrón! para ocultar las felonías propias.