La Navidad nos trae muchos recuerdos de la niñez, trascendentales o banales, espirituales o materiales. Hoy 24 de diciembre me ocupo de un recuerdo que puede ser transcendental o banal según lo que significó o significa para cada uno: Los juguetes.
La Navidad nos trae muchos recuerdos de la niñez, trascendentales o banales, espirituales o materiales. Hoy 24 de diciembre me ocupo de un recuerdo que puede ser transcendental o banal según lo que significó o significa para cada uno: Los juguetes.
Un niño con su imaginación puede hacer de cualquier cosa un juguete, no importa el material, el costo ni su simpleza o complejidad. Sea como haya sido, todos recordamos uno o varios juguetes que por alguna razón significaron mucho para nosotros y que por tanto no olvidamos jamás.
En mi caso, y creo que en el de la mayoría, la razón del especial recuerdo feliz de un juguete no radica en su entidad como tal: Escaso, de alta tecnología o costo, en fin. No. Es una razón subjetiva al margen del juguete en sí mismo.
“Un estudio reveló que los juguetes tradicionales y sencillos como un bate, una muñeca o una pelota, que a su vez son los más económicos, traen más felicidad a los niños”, dice un reciente artículo de la revista Semana (10-12-16).
Agrega la nota: “Para el sondeo, hecho por la firma 118 118 Money, los investigadores consultaron a 1.000 papás sobre los regalos navideños con los que sus hijos habían jugado más el año pasado. La mayoría respondió que, además de las pelotas, usaron sobre todo el hula hula, los frisbees y las pistolas de agua. Así mismo, los niños disfrutaron las figuras de héroes de acción, las muñecas y los juegos de manualidad con plastilina. Curiosamente estos regalos cuestan 40 por ciento menos que los juguetes de moda”. Y estamos en el mundo de la alta tecnología donde los juguetes son protagonistas…
Los juguetes cambian con el tiempo y son diferentes según los lugares y la capacidad adquisitiva de quien los compra. La tecnología, la moda y los apetitos que abren fabricantes y vendedores apalancados por el comercio hacen esa diferencia y cambio.
Recuerdo cuando tenía cerca de cuatro años dos juguetes que me hicieron feliz y me duraron años: Un tren de plástico de tres vagones que yo mismo arrastraba agachado sin ni siquiera tener ruedas libres ni carrilera, y un colorido trompo grande de hojalata que hacía girar hundiendo una especie de tornillo largo. No recuerdo quién me los regaló pero perduran en mi mente.
Pese a que en casa éramos (y por fortuna aún somos) seis hermanos, no nos faltó nunca con qué jugar o a qué jugar. Digo “a qué jugar” porque de cierta manera también puede considerarse un juguete jugar fútbol (en especial en la calle, en aquél tiempo muy fácil) o béisbol, y juegos menos formales como “quemao”, pelota envenenada, escondidijos, caballito inglés, tarro, guerra libertada, chucha (“lleva” en otros lugares), policías y ladrones, rin rin corre corre, estatua y vuelta a Colombia entre muchos otros que algunos lectores recordarán. En estos juegos los juguetes eran uno mismo, los amigos y el entusiasmo.
Y cómo olvidar juegos de mesa como Monopolio o Hágase rico, escalera, estrella china, ajedrez, dominó y parqués, varios hoy vigentes. Hubo uno que sin distinción
todos tuvimos alguna vez: Una pelota de números. Si iba acompañada de paseo, pues mejor.
Además del tren y del trompo que ya mencioné, también recuerdo otros juguetes más “sofisticados” que con mis hermanos por fortuna disfrutamos porque mi padre viajaba a menudo al exterior: Un Lego inglés aunque más simple que los actuales y un tren eléctrico que era la maravilla del barrio. Carritos de todos los tamaños, colores y clases tuvimos los hombres, y las mujeres muñecas diversas. Por favor, así era, no entro en discusiones de género, aunque confieso que cuando mi hermana mayor necesitaba un papá o un tío para sus juegos de muñecas o “mamacitas” yo estaba presto. Eso sí, yo manejaba el carro.
Los juguetes llegaban como “cuelga” en cada cumpleaños, y en Navidad como aguinaldo o traídos del Niño. Pero los más especiales eran los que llegaban porque sí.
Y usted amable lector, ¿cuáles fueron esos juguetes que le llegaron en una Navidad y que recuerda con especial alegría? Esta columna podría ser muy larga si tuviera más espacio, pero se trata, además, de que cada lector la continúe de una mejor manera: recordando y conversando con su familia. ¡Feliz Navidad!