Aprendizajes colectivos

Autor: Eufrasio Guzmán Mesa
31 mayo de 2018 - 12:10 AM

Pero insisto en que debemos aprender a mirar en términos de tiempos más largos tal como un investigador como Steven Pinker lo ha hecho desde hace algún tiempo

La sociedad, los ciudadanos, y los intelectuales en particular, tenemos el deber de entrenarnos en las visiones de largo plazo y superar el inmediatismo para así contener las pasiones que nos llevan al debilitamiento de la esperanzas. Todos los trabajadores intelectuales en particular tenemos el deber de entrenarnos en esto por el papel que maestros y expertos en opinión cumplimos como obreros de la cultura.
El afán por obtener resultados visibles y concretos nos hace olvidar que solo en períodos excepcionales se dan saltos cualitativos rápidos. Por supuesto que en teoría evolutiva hay quienes defienden la existencia de períodos de saltos cualitativos y ofrecen evidencias paleontológicas, como el caso de la llamada explosión del período cámbrico, pero aún esos saltos, y la misma emergencia del homo sapiens, pueden ser comprendidos como cambios episódicos muy rápidos que sin embargo a la base tienen dinámicas acumulativas, sedimentaciones y procesos que preparan esos dinamismos. En teoría evolutiva no se acepta todavía y completamente la visión darwiniana y seríamos ingenuos si la teoría del cambio episódico de Stephen Jay Gould, que no tiene más que unas pocas décadas, fuera ya moneda corriente dentro de la perspectiva biológica.
Lea también: La cautela
En cuestiones sociales y políticas estos saltos no son frecuentes y ellos también están precedidos por acumulaciones de experiencias y aprendizajes que los individuos y las comunidades particulares quisieran más rápidos, concretos y eficaces. Pero insisto en que debemos aprender a mirar en términos de tiempos más largos tal como un investigador como Steven Pinker lo ha hecho desde hace algún tiempo y hay en su obra una invitación a no dejarnos abrumar por el intempestivo presente. 
En mi vida he visto cuadros como este que se sueña y se quiere ya. En circunstancias distintas como las violaciones, las conquistas, las batallas, en las contiendas políticas, en los enfrentamientos por el control, en muchas cosas profundas y terribles de la especie humana. Con muchos eventos de la naturaleza humana pasa así, que después de la tempestad viene la calma, pero la tempestad de las pasiones deja a unos y a otro exhaustos, al que logró lo que quería, seducir o dominar, controlar, someter, le queda el sinsabor del atropello y el sentido del vacío de que lo logrado no era tanto para tal despliegue de fuerza y tanto dolor infringido, y el vencido, el sometido, el violado, el perdedor siente igual vacío o desánimo después del furor desenfrenado que lo somete, lo obnubila, lo ciega. Creo que así pasa con el sexo violento, con la seducción rápida, con el capricho intenso, con la política, con el fragor de la batalla, con las pataletas de los niños, con la locura de la ira ciega; el triunfo tiene un sabor amargo y quien ganó siente que no valía la pena tanta violencia inicial, tanta ofuscación, tanto desenfreno y el derrotado, el sometido, el violado siente que la humillación y el sometimiento lo hunde en un vacío sin orillas ni horizonte.
Construir sociedad humana requiere fuerza perseverante, mucho más en nuestras tradiciones culturales católicas, y en nuestra Colombia en particular, que después del pecado quieren redención inmediata o se reclama el cielo por un período corto de buenas intenciones y pocas obras.
Además: La nación incomprensible
La campaña electoral para la presidencia nos llena de advertencias y contribuye a la sabiduría colectiva. Hemos dado pasos firmes para dejar atrás la respuesta virulenta, el gesto latigante e intempestivo y vamos entendiendo cada vez mejor que se construye con paciencia y perseverancia, la democracia y la paz lo requieren.

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