Miles de feligreses ingresaron la noche del viernes y madrugada del sábado al Aeropuerto Olaya Herrera con la esperanza de tener cerca a la máxima figura de la iglesia católica durante la misa campal que espera un aforo máximo de 1.500.000 personas.
Era una tarde oscura. Cientos de miles de personas, con la amenaza a lo lejos de una alta precipitación de lluvia, cargaban en sus hombros colchonetas, sillas, cobijas y comida. ¿Su destino?, llegar a uno de los 17 accesos que instaló la Alcaldía a las afueras del aeropuerto Olaya Herrera para los feligreses que deseaban participar de la misa campal del papa Francisco.
En sus ojos, un brillo inexplicable que demostraba la fe y alegría con la que irían a pasar, quizá, una de las noches más difíciles debido al clima, la sobrepoblación y los muy posibles inconvenientes con los que tendrían que lidiar sin importar su condición.
En su camino hacia la entrada principal, el campesino Uriel Cifuentes relató con emoción: “Así lloviera yo tenía que venir, esto nos da una esperanza, nos llena de paz pues es el papa, algo que no se podría dejar pasar sin importar la distancia o el cansancio”.
Congestión, empujones, gritos y hasta cantos se vivieron la noche del viernes en las extensas filas formadas en distintas calles de la 70, todas dispuestas para que los fieles esperaran con ansias la llegada del máximo padre, una esperanza que seguía latente y que no dejaba desfallecer a quienes llevaban más 12 horas aguardando su entrada.
Grupos familiares y de religiosos hacían parte del sinfín de asistentes que lograron, gracias al comercio de las afueras, comprar víveres que los dejaran aguantar la larga y agitada espera, por eso, los comerciantes a las afueras del lugar lograron también tener su cuota benéfica de la conglomeración.
Comenzó a caer la noche, y exactamente a las 6:30 p.m., media hora antes de lo previsto, se habilitaron los accesos al aeropuerto, adentro, cientos de personas encargadas de la logística y unas más voluntarias fueron destinadas para dirigir y acompañar a los primeros en ingresar. Sin embargo, el caos se apoderó de cada una de las entradas dispuestas.
Se permitiría el acceso de un grupo determinado de personas cada cinco o diez minutos para evitar altercados, sin embargo, quienes llevaban hasta dos días esperando no aguantaron su emoción y salieron corriendo a la primera señal, lo que causó que una avalancha de personas descontrolara los ingresos.
Pasados unos minutos, en los que la Policía logró controlar los fieles, el tránsito por las zonas se hizo más fluido, pese a eso, fue aproximadamente durante media hora que tuvieron que ser cerradas las 17 entradas debido a que esos mismos que ingresaron primero se tomaron la zona VIP organizada en la pista del aeropuerto para los padres, obispos e invitados especiales, lo que generó un retraso en la planificación logística mientras se situaban las personas en los cuadrantes ya dispuestos para su estadía.
Cuatro pantallas gigantes, un inmenso escenario principal y 34 cuadrantes, fueron las primeras imágenes de los que esperaban ansiosos la misa campal y quienes tendrían que encontrar una acomodación óptima para pasar la noche.
Jóvenes, niños, adultos y ancianos, de distintos departamentos: Quindío, Caldas, Risaralda, Chocó, Córdoba, Cundinamarca, Santander, Norte de Santander y Nariño o de países como Ecuador, Venezuela, Perú, Panamá, Costa Rica y Estados Unidos, llegaron a la pista del Olaya fervorosos y con la fe al tope para presenciar uno de los momentos más importantes de su vida.
Luz Marina Vélez, de 54 años de edad, logró convencer a su hijo de 16 años, Jefersson Vélez, para que juntos registraran el importante suceso y aprovecharan el momento para pedir por su bienestar y felicidad como familia.
“Llegamos a las 11 de la mañana y nos tocó un lapo de agua, pero siempre fuimos para adelante y aquí estamos ya adentro, esperamos que esto sea en son de cambio”, precisó doña Luz Marina, quien entre lágrimas añadió: “Quiero un cambio en mi vida y en mis hijos, por ellos fue que vine, son sentimientos encontrados que no pensé que me tocarían”.
Asimismo, y con sólo 21 años, Andrea Isaza, afirmó que tanto ella como su familia son devotos de la iglesia católica y que por eso, apenas conocieron la visita del papa a Medellín, iniciaron los preparativos de su acampada.
“Esto es algo muy grande y muy importante para nosotros como creyentes, entonces la multitud o situaciones no muy buenas no pueden ser impedimento para perderse la llegada del papa, esto no pasa con mucha frecuencia, hay que aprovecharlo”, comentó.
Durante la noche, los asistentes al Aeropuerto Olaya Herrera tuvieron catequesis dirigidas por seis sacerdotes de la Arquidiócesis de Medellín, acompañados de música religiosa a cargo de representantes de la parroquia de Santa Teresita del Niño Jesús como de los coros Sacrificio de Alabanza y Juval.
También, contaron con la oportunidad de rezar el Santo Rosario, El Salve y Laudes, todo como parte de una noche de preparación espiritual.
Se proyectaron videos en las pantallas gigantes dispuestas en el sitio con mensajes del papa Francisco y del Arzobispo de Medellín, monseñor Ricardo Tobón Restrepo, en los que también se reiteraron las recomendaciones de seguridad y prevención para los asistentes.
Una noche que demostró que la fe en Dios mueve montañas, además, que aguanta tempestades, tumultos y dificultades.