Alejandro Gaviria sabe de los difícil de tomar decisiones y que cada una de ellas configura soluciones imperfectas que traen nuevos retos.
El saliente ministro de salud, Alejandro Gaviria, se revela, a través de sus palabras y de sus actos, como un hombre cercano, inteligentísimo y sensato; es racional, realista, existencialista y todo ello sin dejar de perseguir sueños y defender ideales, tal vez por eso disfruta tanto de la poesía.
Lo conocí personalmente en un parque del norte de Bogotá. Estaba sentado en el césped, con capas de bloqueador cubriendo la piel blanca de su rostro. Su marcado acento paisa y el inusual sol de ese día en la capital me devolvieron a Medellín por unos instantes. No estaba rodeado por escoltas, ni vigilado por nadie. Estaba tan tranquilo, casi solitario, disfrutando con su hijo, Tomás –famoso por lanzar un ‘hijueputazo’ al aire durante una entrevista radial–, y su perro, que tiene un particular nombre: CLP Rufo, cuyas primeras letras quieren decir: Curar Linfoma Papá, el mayor deseo de Tomás.
Destaco esta anécdota de nuestro encuentro porque nunca antes había conocido a Alejandro Gaviria y aquel día, con la tranquilidad de un domingo, me permitió a mí y a un grupo de amigos míos, conversar con él por varios minutos sobre el país, sobre sus reflexiones, lo que ha logrado hacer en el Ministerio y lo que puede venir para Colombia con el próximo gobierno. Desparpajado, tranquilo y siempre inteligente, respondía y contrapreguntaba, conversaba, recordaba y, en cualquier caso, parecía celebrar la vida con cada respiro.
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Esa misma sensación se logra transmitir a través de sus palabras, en los textos que publica en su blog, en Twitter –es un asiduo usuario de esta red social–, o en sus libros, especialmente su última publicación, Hoy es siempre todavía (Ed. Ariel, 2018). Su labor como servidor público, su rol como ministro de salud y al mismo tiempo, su condición de paciente con cáncer durante algunos de los años de su gestión, provocaron una reacción mediática que lo catapultó aún más en la opinión pública, sin olvidar que ya tenía alguna repercusión en los medios, por su rol de columnista y panelista en diferentes espacios de debate.
Ese cubrimiento en los medios, a veces muy ubicado en el plano anecdótico y en el de las coincidencias, no le ha impedido comunicar reflexiones especialmente valiosas sobre la gestión en lo público y sobre algunos de los principales retos que ha asumido al estar al mando de una cartera con la que nadie nunca puede estar conforme; un ministerio que encabeza un sector y un sistema en un estado de permanente crisis, como lo es el de la salud.
Alejandro Gaviria sabe de los difícil de tomar decisiones y que cada una de ellas configura soluciones imperfectas que traen nuevos retos. En un discurso reciente expresó: “las labores de los funcionarios son siempre incompletas, parciales, inacabadas. Siempre defraudaremos a alguien. Siempre, esa es la naturaleza de la democracia, habrá expectativas frustradas. Promesas incumplidas. Asuntos sin resolver”.
Aunque muchos desearan y exigieran acabar con las EPS y reformar completamente el sistema de salud, Gaviria, quien ha ocupado la cartera desde finales de 2012, decidió enfocarse en construir y no en destruir, de manera que lideró causas fundamentales que han reportado y reportarán significativos avances a futuro en materia de salud.
En primer lugar, y comprendiendo que la crisis del sistema está muy ligada a lo económico, Alejandro Gaviria emprendió una campaña para reducir el valor de los medicamentos, muchos de ellos pagados a precios altísimos en Colombia si nos comparamos con otros países de la región. De acuerdo con el informe de cierre del gobierno saliente, se logró regular el precio de más de 1.000 medicamentos, lo que ha aportado a la sostenibilidad financiera del sistema de salud colombiano.
Además de los avances en indicadores de salud pública como las reducciones del embarazo adolescente y la mortalidad infantil, este Ministerio luchó por evitar las aspersiones con glifosato por su potencial riesgo cancerígeno y también ha sido vocero de causas como la prohibición del asbesto y el impuesto a las bebidas azucaradas que, aunque fueron iniciativas no aprobadas por el Congreso, han significado importantes movilizaciones ciudadanas y han provocado serias críticas a los sectores económicos particulares que se benefician con estas determinaciones y frenos.
Finalmente, Alejandro Gaviria, el ministro de salud de los colombianos en los últimos años, termina su gestión sin haber acabado las EPS, porque, como siempre advierte: “debemos resistir la tentación a destruir sin haber construido”. Por eso, en su gestión se enfocó en fortalecer capacidades en el sector para garantizar una mejor calidad en el servicio, sin dejar de lado las liquidaciones de EPS inoperantes y cuestionadas.
Se va un Ministro intachable, que se despide con reconocimientos del sector (como el más reciente, recibido de manos de la Asociación de Medicina de Medellín como Personaje del Año 2018 de Antioquia) y, por supuesto, con críticas, muchas, porque como él mismo dice: “la tarea nunca va a estar concluida, (…) van a existir batallas ganadas y batallas perdidas. (Esta es) una tarea incompleta, pero esperanzadora”. Gracias, ministro Gaviria, por trabajar con esperanza por la salud en Colombia.