Obispo evangélico, cantante de gospel y exmisionero, el conservador Marcelo Crivella, alcalde de Río de Janeiro, está en el ojo del huracán, apenas dos meses después de asumir el cargo, por anteponer su religión a la tradición del carnaval.
Crivella se ha convertido en el primer alcalde de Río que no participa de la ceremonia inaugural del carnaval durante su primer año en el cargo desde que se inauguró el Sambódromo, en 1984.
Sin atreverse a anunciar abiertamente que rompería la tradición, Crivella se mantuvo el viernes en la indefinición hasta que a primeras horas de la noche, cuando ya comenzaban a concentrarse las escuelas de samba en el templo de Sapucai, su secretaria de Cultura tuvo que salir a entregar la llave de la ciudad al rey Momo, en la ceremonia que históricamente marca el inicio de la celebración.
Durante la campaña electoral, Crivella aseguró que su fe y los dogmas de la Iglesia Universal a la que pertenece no interferirían en su labor política, y cuando ganó, con un 59 % de los votos, llegó incluso a anunciar que la ciudad tendría este año los mejores carnavales de la historia.
Buena parte de los cariocas estaban a la expectativa sobre la posición que tomaría el alcalde, miembro de una congregación que recomienda a sus fieles "huir" de los "excesos" de las fiestas multitudinarias, como el carnaval.
El tiempo les ha dado la razón, y las críticas no se han hecho esperar.
"Es el alcalde de Río de Janeiro, de todos los cariocas, y el carnaval es el acontecimiento más importante de la ciudad. Es una pena que anteponga la religión a su deber como alcalde", se lamentaba anoche un miembro de una de las escuelas que abrió los desfiles en el Sambódromo.
"Puede tener su religión, pero esto no es solo una fiesta. Esto involucra a la ciudad y él es el alcalde", agregaba una de sus compañeras.
La de Crivella fue una ausencia anunciada. Hace unas semanas, pidió permiso para viajar al exterior durante los cinco días de carnaval, en un gesto insólito en un alcalde desde hace décadas.
Los cariocas no piden a sus representantes políticos que posen con exuberantes bailarinas ni que se arranquen a dar unos pasos de samba, pero sí que se interesen por una fiesta que atrae cada año a un millón de turistas, deja suculentos beneficios en la ciudad y es parte de la cultura de Río.
"Entiendo que por su religión no le guste bailar samba ni nada por el estilo, pero su presencia es obligatoria", apuntaba el exalcalde César Maia a medios locales cuando comenzaron las especulaciones.
"El alcalde de Río no tiene religión, abraza todas. No mezcle, si no, su mandato y su carrera política van a parar aquí", advertía un enojado ciudadano hoy en las redes sociales.
"Si no le gusta el carnaval, no nos representa", apuntaba otro, en una de las muchas críticas que ha desatado la decisión de Crivella entre los cariocas.
En su camino a la alcaldía de Río, Crivella tuvo que disculparse por sus polémicos escritos en los que calificaba la homosexualidad como una "conducta maligna" y condenaba a otras religiones por considerarlas "diabólicas".
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Además, trató de desmarcarse públicamente de la poderosa congregación que encabeza su tío, el multimillonario Emir Macedo -propietario del canal de televisión Récord, uno de los más importantes del país-, cuando medios locales destaparon que el fundador de la Iglesia Universal estaba detrás de su candidatura como parte de un ambicioso proyecto político.
Durante su carrera, Crivella, del Partido Republicano Brasileño (PRB), una suerte de brazo político de la Iglesia Universal, fue también senador, intentó dos veces llegar al gobierno del estado -apoyado por el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva- y llegó a ser ministro de Pesca con Dilma Rousseff. Los evangélicos han ido ganando peso en Brasil en los últimos años y, con 43 millones de fieles, representan el 22 % de la población, además de tener un peso específico en el Congreso brasileño, una quinta parte de ambas cámaras, que fue decisivo para destituir a Rousseff, en agosto pasado.
Para algunas congregaciones, el carnaval es una fiesta pecaminosa de la que se debe huir, mientras otras aprovechan la oportunidad para evangelizar y lanzar sus propios "blocos" (comparsas) a la calle, con el objetivo de "proclamar las buenas nuevas del evangelio para los que se encuentran lejos de Jesús".
Pese al "plantón" de Crivella, los "blocos" se lanzaron el viernes a las calles sin esperar al rey Momo y las escuelas tomaron el Sambódromo, como estaba previsto.
"Este es el carnaval de Río y la fiesta va adelante, con o sin alcalde", resumía anoche Simone mientras se preparaba para desfilar en el templo de Sapucaí.