Introducción al mundo, e historias, del cuento Hombre de la esquina rosada, de Jorge Luis Borges.
Esta frase un poco rara que da el título a la columna viene de un cuento de Jorge Luis Borges, y lo interesante es que el protagonista la dice en uno de los momentos más importantes de la obra. El autor cuenta que era la preferida de un compadrito llamado Tink el inglés, que cuando asistía a los bailongos se llevaba de allí a la mujer más linda y al salir decía “abran cancha”; Borges, se sirvió de ella para su obra. Te quiero contar, bandoneón, que es la primera vez que te pongo en frente del personaje del compadrito, tema muy importante en el tango.
Me voy a referir a Hombre de la esquina rosada, que siendo una narración en la que los personajes centrales son compadritos y en la que se espera un duelo, la estrategia del escritor nos lleva a un suceso inesperado. Este cuento fue escrito varias veces con diferentes nombres y de acuerdo con Las obras completas de Borges comentadas por Irma Zangara y Rolando Costa Picazo: “Su primera versión es Leyenda policial; en una segunda instancia aparece con el título Hombres pelearon, luego se publica con el nombre Hombres de las orillas, la cuarta es su inclusión en Historia Universal de la infamia de 1935, con su título definitivo Hombre de la esquina rosada”.
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La última vez que se acerca a Hombre de la esquina rosada es en El Informe de Brodie (1970) con La historia de Rosendo Juárez.
He seguido los pasos de este cuento desde su génesis y debo decir que tal vez una de las primeras semillas para escribirlo fue un poema del Marcelo del Mazo, Tríptico del tango, donde en versos se recita un baile de tango entre un compadrito y su amante La piadosa, y nos sorprende que al terminar, él la mata, entonces dice Borges que al leerlo le surgió la idea de hacer un cuento en el cual se juntaran el baile y la muerte, que también lo hizo Verdi en la ópera Baile de máscaras, basada en la historia del rey Gustavo III de Suecia quien fue asesinado en un baile.
Motivado estuvo también por el poema Waterloo de Víctor Hugo en el cual se habla de los soldados que “comprendiendo que iban a morir en aquella fiesta, saludaron a su Dios, de pie sobre la tormenta” porque al día siguiente seguro morirían en esa danza de espadas que es la batalla.
No es raro encontrar otra razón para escribir el cuento, el dasafío sin por qué, tema que halló en la historia del Manco Wenceslao, un campesino con fama acreditada de valeroso y que recibe un día una carta de invitación para pelear con el remitente, porque este quiere comprobar si es verdad que Wenceslao tiene tanto coraje como dicen.
Hay otro motivo, la muerte de Nicolás Paredes, un compadrito que le contaba al escritor historias de duelos. Nicolás se muere y anota Borges que se propuso no dejar en el olvido todos esos relatos. De su trato con él, le quedó en la impresión su voz y quiso entonar en la narración ese tono exacto, tanto, que a medida que escribía cada página, la leía en voz alta.
Concibe esta obra cuando conjuga todas sus anteriores motivaciones y se convierte en uno de sus cuentos más famosos: Hombre de la esquina rosada, el título prescinde del artículo “el”, porque quería que en la palabra hombre se condensara el valor y la fuerza.
Nos encontramos ante un relato en primera persona que refiere un bailongo en el galpón de la Julia, que es como una especie de prostíbulo, “por la luz que mandaba a la redonda el farol sinvergüenza.” Hasta allí llega Francisco Real apodado el Corralero a desafiar a Rosendo Juárez, que le dicen el Pegador, porque era muy acreditado en estas lides, además era uno de los hombres de don Nicolás Paredes. Y por todos estos antecedentes, el Corralero desafía al Pegador, sólo porque tenía mentas de malo y de bravo y aunque era verdad, Rosendo no enfrenta el desafío reiterado, entonces, su amante, la Lujanera, le entrega el cuchillo, el hombre se familiariza con él y lo tira por una ventana alargada que va a dar a un arroyo.
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La Lujanera se desilusiona de Rosendo y se va con el retador, que no logró su objetivo, pero se llevó a la mujer del otro. Francisco Real sale del bailongo diciendo a la concurrencia:”- ¡Vayan abriendo cancha señores, que la llevo dormida!”
Presumiendo de Scherazade, no voy a decir el final, pero sí voy a presentar los otros actores: tahúres, prostitutas, músicos, el narrador y un personaje invisible que el mismo Borges anunció: el tango. Es por eso que vemos a lo largo de la lectura frases como:” El tango hacía su voluntá con nosotros y nos arriaba y nos perdía y nos ordenaba y nos volvía a encontrar”, “La milonga corrió como un incendio de punta a punta”.
Ya para despedir el recorrido por este relato, que a mi juicio tiene en su entraña gran parte de la esencia de lo que fue el tango, transcribo otra expresión que pasó por la voz de quien escribió esta obra tantas veces, intentando encontrar el tono y la voz de un compadrito: “…Y salieron sien con sien, como en la marejada del tango, como si los perdiera el tango”.