Parte del show consistía en insultar a cualquiera del público que no fuera de esa región
Frase:
Los Estados Nacionales surgieron como una superación al caos y anarquía de la Edad Media que dejó la caída del Imperio Romano de Occidente en el año 476 y cumplieron una función importante desde el siglo XV hasta la actualidad.
Algunos consideran que los Estados tienen sus días contados, ya que el mundo va camino a convertirse en una Aldea Global sin fronteras y con casi total libre circulación de bienes y quizá de personas.
La Unión Europea es la muestra de que unos estados muy consolidados pueden de un momento a otro quedarse sin elementos tan esenciales como las fronteras con algunos de sus vecinos, su propia moneda y otros muchos elementos idiosincráticos, sin que ello implique un desastre.
Sin embargo, aún falta mucho para que los Estados sean reemplazados por entidades más pequeñas y autónomas, interconectadas las unas con las otras pero independientes de poder directo alguno.
De hecho el éxito de las naciones modernas más paradigmáticas fue el de evitar la división interna y cada uno fue un milagro histórico duramente conseguido y mantenido.
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Los casos son innumerables, pero los más llamativos son Rusia, el país más grande del mundo, el propio Estados Unidos como el más poderoso, pero también la tardíamente unificada Italia, la propia Francia y por supuesto España. La lista es larga: Alemania, Gran Bretaña, Canadá y hasta Brasil y Argentina debieron su éxito a que no se empequeñecieron por divisiones como la Gran Colombia.
Desbaratar ese tejido intercultural, poli económico y político de España o de cualquier otro país con diversidades de cualquier naturaleza por un eventual futuro mejor, es como pedir carta jugando Black Jack o Veintiuna, con un dieciséis en la mano.
Una vez un exvicepresidente costeño habló en acto donde se sugería una eventual independencia de los departamentos caribeños y parte del show consistía en insultar a cualquiera del público que no fuéramos de esa región, acusándonos de centralistas, sea lo que fuera que dijéramos.
Cuando era niño también recuerdo las calcomanías que se ponían en los carros que decían Antioquia Federal, pero no me parece que se atacara a nadie por ese deseo un tanto iluso que más o menos pasó de moda.
Lo que quiero significar es en que las secesiones hay un fuerte elemento unificador propio de la sicología de las masas, que en ocasiones es lúdico, pero en otros casos tiene un tinte de agresividad que le hace perder la perspectiva histórica y el sentido pragmático de la finalidad última.
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No se pueden meter en un mismo saco a Irlanda, invadida por su vecino y maltratada por siglos, a la pujante Cataluña integrada como casi toda la Península Ibérica mucho tiempo atrás, a los independistas kurdos sin suelo alguno, a los flamencos de Bélgica, al Sudán del Sur que logró ser un nuevo país, a la Eslovaquia escindida, etc. Cada uno requiere su propio análisis y tuvo su particular fórmula de solución o la están buscando.
Dicho esto es evidente que no le conviene a nadie la separación de Cataluña, o de la costa caribeña o de Antioquia y el Eje Cafetero, o de los quebecuanos canadienses o incluso de la más poderosa región del mundo, California. Ni a ellos, ni a los antiguos conciudadanos que permanezcan en los estados, ni a la Unión Europea o a proyecto neomarxista alguno les espera un halagüeño futuro por esta vía.
Lo que se impone son negociaciones, como las que se hicieron al formar los primeros estados naciones y que se han ido repitiendo. Esto porque cuando se construyeron esos grandes poderes siempre hubo primero guerra, luego homologación cultural, más adelante sesión de cierta independencia administrativa y finalmente negociación sobre el grado de autonomía política.
Renegociar. Esto es lo que se necesita en España, pero a nivel nacional y definir finalmente si el modelo autonómico funcionó, hay que profundizarlo o ir abandonándolo. Cualquier otra acción distinta al diálogo conducirá al fracaso.