Sobre las características sicológicas que dificultan que Donald Trump sea buen presidente
En una carta al editor de The New York Times, 35 psiquiatras dicen que en el presidente Donald Trump se manifiesta una “grave inestabilidad emocional” que lo lleva a ser “incapaz de servir con seguridad como presidente”. La carta se refiere inicialmente a una columna de Charles M. Blow en la que dice que Trump tiene una necesidad constante de “machacar a la oposición” y que, comparten la preocupación del columnista. El silencio de las organizaciones de salud mental, dicen, se debe a la prohibición de la evaluación, sin examen directo, de figuras públicas, establecida por la Asociación Psiquiátrica Americana como Regla de Goldwater de 1973, establecida a raíz de la publicación de un psicólogo en una revista en la que calificaba a Barry Goldwater, candidato presidencial, como paranoico, lo cual hizo que este entablara una demanda.
En la carta, se plantea que el discurso y las conductas de Trump sugieren una gran incapacidad de sentir empatía lo que le produce reacciones de rabia. Estas personas distorsionan la realidad adaptándola a su estado psicológico, cuestionando los hechos y a quienes los trasmiten como son los periodistas o científicos. La carta termina diciendo que en un líder tan poderoso como Trump es probable que estas reacciones aumenten “ya que su mito personal de grandeza parece que se confirma”. Concluyen diciendo que creen que la grave inestabilidad emocional manifiesta en los discursos y acciones de Trump, lo lleva a la incapacidad de desempeñarse con seguridad como presidente.
En otro artículo de opinión en el mismo periódico, el psiquiatra y profesor universitario Richard A. Friedman, pide cautela a la hora de declarar incapacidades basadas en estos diagnósticos muy apresurados. Con sobrada razón dice Friedman, que un diagnóstico de tipo de personas como Trump requerirían un buen número de sesiones cara a cara. En algunos casos es posible padecer una enfermedad y ser competente, con excepción de estados más graves como demencia o psicosis. Varios historiadores, dice, han llegado a la conclusión que presidentes de Estados Unidos han dirigido ese país a pesar de sufrir algún trastorno. Cita a Abraham Lincoln que sufría de depresión, Theodore Roosevelt que posiblemente bipolar y Ulysses S. Grant que era alcohólico.
Creo que lo que mejor se acomoda al Donald Trump que conocemos hasta ahora, es el Síndrome de Hybris –conjunto de signos y síntomas que no llegan a ser una enfermedad- descrito por David Owen, médico, neurólogo y político británico. El significado más básico de Hybris se desarrolló en la antigua Grecia como descripción de una acción, un acto de hybris era aquel en el cual un personaje poderoso, hinchado de desmesurado orgullo y confianza en sí mismo, trataba a los demás con insolencia y desprecio. El síndrome de Hybris ya fue rápidamente detectado por los antiguos griegos para identificar a los héroes que, borrachos de éxito y haciendo gala de poder, comenzaban a comportarse como auténticos tiranos cuando no como dioses.
En numerosos políticos se puede observar claramente la pérdida de capacidad para observar y analizar la realidad. Esto es lo que ocurre en muchos líderes políticos cuyo éxito les hace sentirse excesivamente seguros de sí mismos y despreciar los consejos que van en contra de lo que creen, o en ocasiones toda clase de consejos, y que empiezan a actuar de un modo que parece desafiar a la realidad misma. Algunas de las características que señala Owen a personajes con Hybris son: una inclinación narcisista a ver el mundo como un escenario en el que pueden ejercer su poder y buscar la gloria; una forma mesiánica de hablar de lo que están haciendo y una tendencia a la exaltación; una identificación de sí mismos con el Estado hasta el puntode considerar idénticos los intereses y perspectivas de ambos. Lo anterior retrata muy bien a Trump y a muchos de nuestros políticos dominados por la ambición de poder.
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