El sesquicentenario de la Universidad Nacional, y el octogenario de su Sede Medellín -hija de la Escuela Nacional de Minas- han hecho florecer el orgullo por esa institución, sus maestros, investigadores y aportes al país
El sesquicentenario de la Universidad Nacional y el octogenario de su Sede Medellín han incentivado a múltiples voces que la han reconocido como institución orgullo de los colombianos. Lo es por académica, en tanto sigue a la cabeza de todos los indicadores de excelencia docente. También por su capacidad investigadora, la más importante en cantidad de grupos, innovaciones realizadas y patentes obtenidas. Además, lo es por su presencia nacional a través de sus siete sedes, más Bogotá. Lo es, por cierto, en tanto institución incluyente de estudiantes con gran potencial académico y escasas posibilidades económicas de ingresar a la Universidad.
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Tan importante, aunque menos notorio en sus resultados verificables, y verificados en los distintos índices nacionales e internacionales que constantemente la juzgan poniéndola en el primer lugar de las universidades colombianas, es su papel en la formación de pensamiento, y acción transformadora, en las áreas de las ciencias sociales y las ciencias humanas en las que ofrece formación y realiza investigación. Profesores y estudiantes avanzados de la Nacional contribuyen a comprender los fenómenos naturales, los retos técnicos y el entorno social, a través de sus investigaciones y de la formación de 53.000 estudiantes, cada año.
Por sus logros institucionales y contribuciones, la Universidad Nacional es un ícono del país, que la ciudadanía, no el Gobierno, reconoce y aplaude.
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En este, su año sesquicentenario, la Universidad enfrenta un desfinanciamiento cercano a $85.000 millones, que es $60.000 millones superior al que tuvo en 2015, cuando fue de $25.000 millones. Este es originado directamente en la decisión gubernamental de no acoger peticiones de los rectores de las universidades públicas para que se les asignen nuevas fuentes de financiación, acordes con sus crecimientos en cobertura, docentes e investigaciones. Y en él inciden de manera indirecta, el debilitamiento de los presupuestos para investigación científica en el país, así como el programa Ser Pilo Paga, que ofrece educación al 2% de los bachilleres egresados cada año y en 2017 costará $500.000 millones.
El orgullo y la alegría por tener la Universidad Nacional no se miden en aplausos. Se deben valorar en la decisión de financiarla y apoyarla para que siga siendo una de las más importantes instituciones del país.