¿Transición hacia la democracia?

Autor: Darío Ruiz Gómez
16 julio de 2018 - 12:10 AM

La verdadera transición a la democracia no puede hacerse con un remedo de los tribunales populares castristas sino desde la aceptación de errores que no deben jamás volver a repetirse.

Recuerdo en lo que hoy se llama la Transición española -y que Santos Juliá ha analizado en un extraordinario libro- lo que supuso la incorporación del Partido Comunista a la vida democrática. Adolfo Suárez jugó aquí un papel decisivo para que se reconociera esta incorporación al juego democrático y militantes, y cuadros políticos salieran de las sombras, de manera que se pudo saber que Federico Sánchez activista, espía era en realidad Jorge Semprun quien llegaría ser uno de los más grandes novelistas e intelectuales españoles y quien no cejaría de denunciar los horres y la hipocresía del estalinismo actual. También salieron de las sombras entre otros el nombre de Víctor Pradera quien desempeñaría un importante papel en la consolidación de la democracia española, acusando ideológicamente el mismo proceso de decepción y condena de las prácticas totalitarias del PC. Es un hecho que hemos comenzado a vivir el reto de un nuevo país a partir del triunfo de Iván Duque y de la renuncia a la lucha armada por parte de las Farc. En ese sentido y. perdonen que me vuelva reiterativo, el proceso mismo de los acuerdos igualmente ha sacado de las sombras la verdad sobre la actual conformación de las estructuras políticas y armadas de las Farc-PC, pero apenas conocemos de los nombres de su dirigencia clandestina mientras sus cuadros intelectuales han preferido continuar en las sombras. Y nada sabemos del porqué su decisión de justificar el secuestro y el narcotráfico, el destino de su inmensa fortuna. Hablamos de la entrega de unos archivos que politólogos e historiadores podrán analizar objetivamente para que la opinión pública del mundo logre formarse un criterio sobre cada uno de estos renglones del horror. Señalar esto supone considerar objetivamente el deterioro causado por una utopía que es una lacra en la historia de la humanidad y que en Colombia debe enjuiciarse con el rigor científico debido para lograr precisamente dar ese paso necesario entre quienes no admiten el perdón y quienes, por el contrario aspiran a que se establezca un verdadero juicio de responsabilidades desde los parámetros que establecen los valores de la civilización y de la justicia universal porque el secuestro es un delito de lesa humanidad que no puede reducirse a un problema de abogados litigantes y por lo tanto a desconocer lo que entraña como violencia inaudita contra un ser indefenso, y termine por castigarse al delincuente con penas ocasionales al considerarlo como un mero “delito político” . ¿Quién toma la decisión al respecto? Es el juicio implacable que los grandes pensadores hicieron y siguen haciendo a los grandes crímenes del totalitarismo tanto en la Unión Soviética, China, la Camboya del Khmer Rojo como en Cuba, Venezuela o Nicaragua porque esa ferocidad, ese mesianismo, esa persecución a la inteligencia, ese odio a las clases populares se ha dado en Colombia con, no dejaré de recordarlo, la misma crueldad y el mismo arrasamiento de los valores sociales. En este sentido no se va a juzgar solamente a una dirigencia que justificó y planeó la violencia sino lo que supone la violencia de una teoría política criminal. Parece mentira pero es desde esta confesión de responsabilidades desde donde puede establecerse la confianza para un diálogo y una discrepancia, la posibilidad de contar con una izquierda democrática.

Lea también: Otras palabras en otro país

Camuflarse en verdes o amarillos responde a una estrategia ya desacreditada pues la verdad que supuestamente se busca descubrir por parte de un comité caricaturesco es la que irá aflorando cuando las víctimas ignoradas hablen desde su sufrimiento personal y no desde el embeleco de la tal memoria colectiva. La verdadera transición a la democracia no puede hacerse con un remedo de los tribunales populares castristas sino desde la aceptación de errores que no deben jamás volver a repetirse. Porque el punto de vista de la justicia, la da la democracia triunfante y no quienes deben arrepentirse de su dogmatismo.

De su interés: Sin perdón ni olvido

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