“Todo, todo me da lo mismo”

Autor: Álvaro González Uribe
17 junio de 2017 - 12:05 AM

La gran estrategia de un sector político en la Colombia de hoy es simple: inundar de pesimismo al país y acrecentar el de quienes ya tienen albergado ese sentimiento.

Resulta que hay pesimismo. Y como hay pesimismo entonces que sean más los pesimistas y que los pesimistas de siempre sean más pesimistas. Así está funcionando Colombia hoy. Movida por rumores, por mentiras, por pesimistas de nacimiento, por interesados en que cunda el pesimismo o por quienes obedecen ciegamente dicha orden sin activar siquiera una neurona.

Pero ¿quién dijo que hay pesimismo? Las encuestas, basadas en muestras de ciudadanos pesimistas de todo tipo, pero, en especial, de aquellos que siguen ciegamente a un sector político para el cual la forma de regresar al poder es inundando el país de pesimismo. Ha funcionado.

El pesimismo (y también el optimismo) es un estado de ánimo basado en percepciones, es decir, subjetivas. Percepciones que a su vez pueden estar o no basadas en hechos reales. Hechos reales presentes o pasados que influyen para que pensemos que el futuro será nefasto. Para que especulemos, para que nos anticipemos, para que seamos aves de mal agüero.

Siempre ha habido pesimistas innatos y sin remedio. Sin embargo, ese estado de ánimo es fácilmente instaurado y manipulable, aunque siempre podrá tener fundamentos reales a veces más a veces menos, como también los tiene el optimismo.

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La gran estrategia de un sector político en la Colombia de hoy es simple: inundar de pesimismo al país y acrecentar el de quienes ya tienen albergado ese sentimiento. No importan cifras ni hechos buenos o malos, no importan los razonamientos optimistas de personalidades y entidades nacionales o extranjeras, no, hay que ser pesimista, es una orden para ganar las elecciones.

Y como hay que ser pesimistas paremos todo: Que se propague la desconfianza inversionista de aquí y de afuera, que nadie ponga ni cuide huevitos, que nadie inicie proyectos, que nadie confíe, que nadie sonría: prohibida la alegría, prohibido creer en Colombia. Bienvenidos al pasado: “Haz la guerra y no el amor”.

Colombia no es hoy un paraíso, ¿cuál país lo es? Hay mejores países que Colombia, ¿cuándo no? Pero resulta que hay países infiernos comparados con Colombia, pero resulta que hay países con proyecciones económicas y sociales bastante más negativas que Colombia. Pero no, Colombia es un desastre, y, además, hay que ir a gritarlo a los cuatro vientos: del ágora al coliseo romano, de la Ceca a la Meca, y mañana desde cualquier lugar del mundo.

Al pesimista nada le sirve. Puede tener de frente el más inmenso arco iris, la mar más calma, incluso, tener en el bolsillo el número ganador de la lotería, pero nada le quita su pesimismo. Todo es oscuro, catástrofe, túnel sin salida.

Por ejemplo: Las Farc están cumpliendo, con demoras, sí; de a poco, sí; sin perfecciones, sí (¿alguien puede hablar de perfección?); pero están cumpliendo. Más ejemplo: La semana anterior se comprobó, se mostró al país y al mundo la entrega o dejación del 30 % de sus armas adicional al otro 30 % ya entregado o dejado, y se anuncia para la semana que viene la entrega o dejación del 40 % restante, pero eso no basta para los pesimistas por vocación, por sumisión o por posición.

Tampoco bastan las 2.500 vidas que se estiman salvadas con la terminación de este conflicto, ni tampoco importan los miles de desplazados menos, no, ni los cientos de otros beneficios comprobados que deja el final de esta guerra, no, hay que ser pesimistas mandan, es la orden, es el sentimiento, es la estrategia, es el himno: “… Juego mi vida, cambio mi vida / la llevo perdida / sin remedio /…/ Todo, todo me da lo mismo: / todo me cabe en el diminuto, hórrido abismo / donde se anudan serpentinos mis sesos…”.

Siembra pesimismo y cosecharás violencia, ignorancia, pobreza. Siembra pesimismo general para tapar tu pesimismo particular. Matan esperanzas: nos hacen daño.

No hay que ser optimistas a ultranza, pero jamás ser pesimistas con todo y porque sí. No hay que ser ilusos, pero cuando hay hechos que lo ameritan, aunque no abunden -incluso cuando sean mínimos- es el mejor sentimiento para salir adelante. En un país con una historia como la de Colombia debemos tener la licencia de ser optimistas con solo un tercio del vaso lleno, porque siempre lo hemos tenido casi vacío, aunque sea por salud mental que nos permita romper barreras también mentales para entender que podemos cambiar y salir adelante. Si queremos…

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