Concentrarse sólo en una solución para Cataluña en lugar de considerar una solución para España no será factible ni prudente
JAUME GUARDANS
La historia moderna de España nace con las Cortes de Cádiz de 1812 y la constitución que de ellas salió. Pero la herencia de dos visiones de España venia de antes y continua hoy. Una centralizadora en torno a la lengua castellana y en torno a Madrid como núcleo de poder político y corazón del radial de todas las carreteras, espacio aéreo, trenes etc. Y otra defendida por los habitantes de territorios que resisten a la simplificación de la primera como son Valencia, las islas Baleares y Canarias, Cataluña, Navarra, País Vasco y Galicia.
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Además de la diversidad ideológica propia de cualquier país entre izquierdas y derechas, en España existe también el componente territorial e identitario. No es algo exclusivo de España y de hecho lo que pasa fuera de España tiene grandes repercusiones en el país. Así por ejemplo tuvo un impacto muy grande la revolución soviética de hace ahora 100 años en el debate ideológico, así como lo tuvo en el debate territorial la independencia de Grecia del imperio Otomano en 1821 y la independía de la provincia (que no colonia) de Cuba en 1898. Más tarde influyeron también el acceso a la independencia de muchas naciones aglutinadas en el imperio Austrohúngaro al desmembrarse este en 1918 al que siguió la independía de Irlanda en 1922. Más recientemente se siguió también muy de cerca la desmembración de Yugoslavia en 7 repúblicas independientes entre 1991 y 2008, la división de Checoslovaquia en 1993, los referéndums por la independencia del Quebec de 1980 y 1995 y el de Escocia de 2014.
La constitución vigente en España data de 1978 y culminaba un proceso de transición abierto tres años antes con la muerte del dictador Francisco Franco. La constitución fue un ejemplo de conciliación identitario, territorial e ideológico. Es importante destacar que el partido hoy en el gobierno de España (Partido Popular) es el heredero de Alianza Popular y esta estuvo profundamente dividida en el votó sobre la constitución. El 31% de sus diputados votaron en contra y el 13% se abstuvo. También es importante destacar que el restablecimiento de estatuto de autonomía que se había concedido a Cataluña durante la segunda república (1931-36) es anterior a la aprobación de la constitución. Del desarrollo de la carta magna surgieron 16 comunidades autónomas y dos de ellas, Navarra y País Vasco con un régimen fiscal especial muy favorable.
La crisis actual remota al segundo gobierno consecutivo del Partido Popular (2000-2004). Entonces, gozando de mayoría absoluta en el legislativo, se inició un proceso de recentralización y de ataque sistemático al proceso de enseñanza y uso prioritario del catalán en la escuela y en la administración publica en Cataluña y en Islas Baleares. Ese proceso llevó a un clamor popular en Cataluña por blindar las competencias de la comunidad en temas de educación y cultura, así como de protegerla de injerencias del gobierno central en otros ámbitos Dicho clamor lo recogieron los partidos catalanes en las elecciones para el legislativo regional y prometieron y llevaron a cabo una reforma del estatuto de autonomía. La reforma fue votada por el legislativo regional en 2006, luego debatida, recortada y finalmente aprobada por el congreso en Madrid y puesta en referéndum en Catalunya. Entonces el partido a favor de la independencia de Catalunya “Esquerra Republicana” hizo campaña por el NO por considerar que los recortes al texto eran excesivos y también hizo campaña por el NO el Partido Popular por considerar que los recortes no eran suficientes. Con todo el pueblo catalán votó a favor del nuevo estatuto. Sin embargo, el Partido Popular no aceptó el resultado del referéndum y decidió impugnar el estatuto ante la corte (tribunal) constitucional por considerarlo contrario a la Carta Magna. Esto una abrumadora mayoría de catalanes lo consideraron inaceptable. Pues parecería más lógico modificar la constitución para adaptarla a la norma refrendada en Catalunya que no esquilmar la norma ignorando la voluntad del pueblo de Catalunya. La impugnación del Estatuto y la Sentencia del tribunal constitucional quitando algunos artículos de la norma es la razón principal de que los partidarios en Catalunya a romper con España hayan pasado del 7 % al 48 %
Desde Madrid se impone la idea de la sacrosanta unidad de España como un dogma de fe, y cualquier discusión sobre la misma se considera algo contranatura y a los que la cuestionan ignorantes en el mejor de los casos o simple y llanamente herejes. Sin embargo, no se podrá ignorar de forma indefinida la voluntad de una mayoría creciente del pueblo catalán y menos todavía negar que el pueblo catalán existe como algo distinto al pueblo español. ¿Es la independencia la única salida? No claro que no.
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Es importante ilustrar con ejemplos que hay un camino para acomodar tanto a aquellos que creen que España siempre ha sido una sola nación y no hay lugar para discutir eso, y aquellos que consideran que la única manera de que se reconozca y se respete la existencia del pueblo y especificidad cultural de Catalunya es rompiendo con España. Ese camino nos es mostrado por países como Canadá, Suiza y Bélgica. Países que cada día necesitan lidiar con su carácter plurinacional, pero logran resolverlo relativamente bien. Y lo hacen asumiendo cada identidad como parte de la identidad nacional y dando espacio para que cada una de las partes tenga autogobierno y participe en el gobierno de la nación.
El concepto de España como “nación de naciones” se usa desde hace tiempo. Lo usaba y defendía ya, por ejemplo, el socialista y castellanista Anselmo Carretero en los años 50 del siglo pasado. Si bien el concepto viene de mucho antes. Y es que la historia y cultura española también incluye otros territorios que hablan y piensan en lengua valenciana / catalana, así como en euskera y gallego. España es un conjunto de territorios cada uno con su historia e identidad específica y, sin embargo, con una historia común también. La negación activa o pasiva de esta plurinacionalidad no puede más que llevar a problemas. Una España grande en una Europa grande pasa necesariamente por que la primera defienda con determinación y orgullo en el interior de sus fronteras y en el mundo entero esta diversidad. Concentrarse sólo en una solución para Cataluña en lugar de considerar una solución para España no será factible ni prudente. Pero este proceso de conciliación no se va a dar, a menos que cada parte reconozca la existencia de la otra u otras. Y honestamente hoy es la parte más fuerte (el nacionalismo español y partidarios de mantener la unidad de España) la que debería estar promoviendo esta alternativa en los corazones y mentes de los habitantes de todos los territorios españoles y está lejos de hacerlo.