Medellín con su dispersión urbana con su desconocimiento de los ciudadanos, y de la ciudadanía es una no ciudad.
“Medellín” es el sobrenombre de un siniestro narcotraficante en un filme de Villeneuve, a Chomsky el gran pensador se le atribuye la expresión de que Medellín es un invento de la DEA, y desde luego en la película sobre la azarosa vida como narcotraficante de Barry Seal, Medellín es el eje de su vida de traficante. Medellín no ha dejado de estar presente en el imaginario de series de tv internacionales sobre narcotráfico al lado de Nueva York, Chicago, en el Nápoles de Saviano que parece filmado en las calles de nuestra ciudad, con los muchachos lanzados al sicariato. Un remake, tiene uno la impresión, de una película de Víctor Gaviria. Y ahora en España se vuelve a hablar del modelo Medellín del narcotráfico a raíz del dominio de la droga en la zona de Algeciras. Y de nuevo la Comuna 13 haciéndonos revivir infaustos recuerdos del pasado de suma violencia que vivimos entre masacre y masacre sin que hasta hoy hayamos sido capaces de ir más allá de unos estereotipos creados por la imaginación de otros buscando escenarios propicios para replantear las eternas historias de las ambiciones que degradan hasta cero la noción de lo humano. Comenzó el zafarrancho y de frente nos impactaron los efectos directos de esos desafueros, la destrucción de nuestro hábitat, el escupitajo a nuestras tradiciones necesarias, la agresión contra nuestros párvulos en las escuelas, contra nuestra adolescencia, contra nuestra democracia y naturalmente contra nuestra ciudad, la agresión al libre derecho a la circulación por cualquier territorio. Y un crimen de lesa humanidad que no ha dejado de crecer: los desplazamientos de población con fines de especulación urbana. ¿Ha entendido nuestra justicia la gravedad de un trastorno social que ha ido deteriorando cada uno de nuestros estratos sociales; o lo sigue mirando como un problema para Inspectores y jueces? Recordemos la relación directa que se establece siempre entre una economía tercerizada y el crecimiento de la corrupción oficial pero también recordemos que esta tercerización es el triunfo de la economía impuesta por las mafias en su invasión de los espacios públicos. La destrucción de las ciudades es una catástrofe indicativa de la degradación de una sociedad.
¿Cuántos desplazados del Chocó, del bajo Cauca traen a Medellín semanalmente los coyotes ilusionándolos con la promesa de que tendrán vivienda, subsidios? ¿Cómo llamar a ese terrible espectáculo de desorden, promiscuidad, riesgo que supone la invasión despiadada de las laderas? ¿Cuál ha sido la respuesta a este peligroso desorden urbano? ¿Podemos seguir refiriéndonos a un Medellín a escala humana que fue desbordado hace tiempos por la presencia de otras etnias, de nuevos poderes económicos en juego? ¿Y los más de cincuenta mil muertos que dejó la guerra de Pablo Escobar es un pasado olvidado o un problema que nos implica a todos sin excepción y nos hemos negado a asumir?
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¿Cuál ha sido la respuesta urbanística a esta atomización del territorio? ¿Está integrada a la malla de la ciudad la Comuna 13 – al igual que todas las demás Comunas- o es otro gueto producto de la terrible inequidad social que vivimos? Medellín con su dispersión urbana con su desconocimiento de los ciudadanos, y de la ciudadanía es una no ciudad. Y esta distopía ¿quiénes la piensan o asumen o se hacen responsable de ella? ¿Dónde están los filósofos, los sociólogos, el pensamiento político? La crisis de esta ciudad es una crisis moral que no puede seguir tratándose por las autoridades como un caso de policía, como un problema de pobres.
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