El candidato derrotado hará la más incansable oposición al presidente Duque, como lo promete en su repugnante discurso
Julio 17/ 2018— En esta tarde de intensa alegría porque la democracia colombiana ha superado la mayor amenaza de su historia, mis pensamientos no se apartan del recuerdo de un grande y especial amigo, Iván Duque Escobar.
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Todos sabíamos que Petro no podía ganar, pero muchos temíamos algún inmenso fraude, porque el país estaba en poder del gobierno de transición previsto por el “Acuerdo Final” entre Santos y Timo.
Gracias a Dios Colombia ha escapado a la suerte que la esperaba; no obstante, la culebra sigue viva, y el candidato derrotado hará la más incansable oposición al presidente Duque, como lo promete en su repugnante discurso, lo que no sorprende, porque el estilo es el hombre.
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Ocho años de odio diario, implacable e incansable, por prensa, radio y tv. contra el expresidente Uribe, explican los 8´028.000 votos de Petro, que duplican los sufragios habituales de la izquierda. ¡Que tantos compatriotas hayan sido capaces de acompañar a un candidato absolutamente reprobable, de tenebrosos antecedentes y pésimas ejecutorias, no deja de ser muy preocupante!
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Algunos, entre ellos un excelente columnista como Mauricio Vargas, que ha dado la batalla contra la demagogia petrista, se apresuran a pronosticar la elección de ese individuo dentro de cuatro años, como si ese señor fuera capaz de arreglarse, corregirse, redimirse y adecentarse…
Desde luego, lo más seguro es que Petro persevere en su ambición, pero si el gobierno de Duque resulta — como no dudamos— eficaz, y si en estos cuatro años se destacan varios jóvenes líderes en todos los movimientos, en el 2022 Petro, ya anciano, también será una ruina política.
Sin embargo, la servil oposición de ese rencoroso e incorregible sujeto y el accionar incesante de las peores izquierdas obligarán a muchos escritores públicos a continuar llamando la atención sobre la amenaza castrochavista interna y la del Foro de Sao Paulo.
Uno quisiera ocuparse nuevamente de otros temas apasionantes, pero todo indica que habrá que seguir en la lucha, ahora que el rescate de los medios —ocupados por infinidad de plumas y lenguas mamertas— es de la mayor urgencia.
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Nunca antes en la historia de Colombia se inicia un gobierno con mayores dificultades. Jamás la estructura constitucional, el poder judicial y los medios habían estado en poder de la extrema izquierda revolucionaria, ni el narcotráfico era la principal agroindustria, gran generadora de divisas. La educación primaria y secundaria ahora está infestada de ideología de género, para no hablar de las universidades, al servicio de la inoculación leninista. El endeudamiento nunca había alcanzado tan altas e impagables cotas. No existía una jurisdicción para la absolución de los terroristas y la condena de sus opositores, y así sucesivamente, sin olvidar la corrupción, la mermelada y los cupos indicativos…
A las pesadas labores de todo gobierno se sumarán las inaplazables operaciones de profilaxia social que el nuevo presidente tendrá que ejecutar para que el país retorne al estado de derecho, deformado por ocho interminables años de golpe de estado permanente…
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Alguien recordaba justamente que, al igual de lo que se decía del cardenal de Richelieu, Juan Manuel Santos, el poco bien que hizo, lo hizo muy mal; y el inmenso mal que hizo, lo hizo muy bien.
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Sin embargo, Petro tiene razón en lo conveniente del abandono del petróleo y en la superación de lo que él llama “extractivismo”. Ya en Venezuela se ven los efectos benéficos de la reducción de 60 % de la producción petrolera. ¡En efecto, el gobierno del hermano país ha podido reducir el consumo de medicamentos en un 93 %, lo que indica que es el más sano del mundo!