A quien fue investido con los mayores honores de la patria, se le salió el combatiente.
"Yo soy un combatiente por los intereses superiores de la patria”. Álvaro Uribe Vélez
Frecuentemente, en sus intervenciones y discursos, el ex presidente Uribe habla de su patriotismo y hace despliegue de su amor a la patria, lo que enrostra con agresividad a sus enemigos políticos. Hace poco en su intervención en el foro Concordia Summit, en Atenas, que reúne a diferentes líderes mundiales para hablar sobre el desarrollo sostenible y alianzas público-privadas, Uribe se despachó en críticas, descalificaciones y denuestos sobre el estado de la Colombia, la patria, de hoy. Al ser cuestionado por algunos periodistas, dijo que si ellos en sus enlaces internacionales podían hacer cuestionamientos al estado de la nación, por qué él no. Algo va de Pedro a Pablo, es el dicho, y al ex presidente le obligan mayores responsabilidades pues fue investido por los mayores honores de la Patria (con mayúscula). Se le salió lo de combatiente, como lo hace con tanta frecuencia.
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Una cosa es el patriotismo que define el DRAE como amor a la patria, sentimiento y conducta propios del patriota, y otra el patrioterismo definido como alarde propio del patriotero y patriotero el que alardea excesiva e inoportunamente de patriotismo. Sobre patriotismo y amor a la patria escribió excelentes textos el inmortal Rafael Uribe Uribe que es la oportunidad para traer a cuento ahora y precisar las cosas. “El patriotismo se afinca en el territorio porque es estable, pero se requiere que se ensanche, que se abra a un radio mayor y, sobre todo, que dentro del hombre aparezca el ciudadano. Lo que comenzó por un instinto acabará por ser una virtud”. Hacen mucha falta aquí y ahora muchos ciudadanos integrales.
Y muy a propósito de la paz, Uribe Uribe en forma casi profética decía: “Con la paz estable y duradera, los problemas económicos irán resolviéndose por sí mismos (…) El mejor de todos los negocios es la paz. Ya sabía, por larga y dolorosa experiencia, que no hay triunfo que compense los males de la guerra”. Si este Uribe histórico hubiera estado ahora en el foro de Atenas, bien distinto y contrastante sería su discurso con el Uribe de hoy. Y eso que el ex presidente dijo en la conmemoración de los 150 años de Uribe Uribe que éste era “la virtud del amor a la patria(…) la virtud de carne y hueso” ¡Oh tiempos, oh costumbres!.
Sobre la encarnizada división y polarización Uribe-Santos en la que no cede un milímetro el senador, y la guerra, es bueno recordar algo de una hermosa carta de Uribe Uribe a Pedro Nel Ospina, su contendiente en la Guerra de los Mil Días. “Entre los dos no perderemos esfuerzo por civilizar la guerra y debemos procurar dejar un buen recuerdo. Somos padres de familia, vamos tirando ya para viejos, y tenemos reputación que cuidar: otros tantos motivos para tratar de distinguirnos del vulgo de los perseguidores fanáticos. En cuanto a mí, jamás la condición de conservador o de adversario me ha impedido ver detrás la de colombiano, es decir, la de compatriota (…) tu condiscípulo y amigo, Rafael Uribe Uribe”. Uribe Uribe predicó en el desierto. Muy lamentable.
CODA. Con la entrega de armas de las Farc a la ONU, se revivió el magnífico libro “Adios a las Armas” de Ernest Hemingway, Premio Nobel. Hemingway ensayó 47 finales para su libro que a la postre fue: “Era como si me despidiera de una estatua. Transcurrió un momento, salí y abandoné el hospital. Y volví al hotel bajo la lluvia”. Este se adapta muy bien a lo ocurrido en Mesetas y el sentimiento de muchos colombianos, nos despedimos de las armas como estatuas y volvimos a la vida. Otro final desechado por el Nobel fue: "No hay más final que la muerte y el nacimiento es el único principio" que es como un reflejo de lo que otros aquí prefirieron sentir para descalificar este acto de verdadero adiós a las armas; les pudo la mezquindad, soberbia y egoísmo.