¿Nos estamos convirtiendo en “hombres grises”?

Autor: Lucila González de Chaves
5 enero de 2017 - 12:00 AM

Un libro ingenioso, con mensajes e inquietudes, es Momo, Premio Alemán al Libro Juvenil 1974, de Michael Ende.

Un libro ingenioso, con mensajes e inquietudes, es Momo, Premio Alemán al Libro Juvenil 1974, de Michael Ende.

Con la suavidad y fantasía de un cuento, nos cuestiona sobre el empleo que damos a nuestro tiempo.

Describe a las personas: las que sueñan, las que paladean los goces y disfrutan la vida, las que tienen tiempo para las relaciones, las que saben acompañar, compartir.

Las personas que nunca tienen tiempo para nadie ni para nada; viven “muy ocupadas”; para ellas “el tiempo es oro”, y lo almacenan, no lo comparten con nadie.

Momo, la niña que ha existido desde siempre – la protagonista- tiene algunos amigos simpáticos y singulares: Beppo, un barrendero a quien le gusta su trabajo y lo realiza con amor; Gigi, un narrador de historias a las cuales “les crecen alas” desde que ha conocido a Momo.

Están los niños, amigos entre sí y de Momo; no ahorran el tiempo, lo disfrutan minuto a minuto; por esta razón los persiguen los “hombres grises” para obligarlos a ahorrarlo.

A los amigos les llega la angustia del vivir y pierden el ritmo de la libertad y la creatividad: Gigi sigue contando cuentos, pero ya no por placer sino por contrato, por reloj y por dinero: se ha vuelto un hombre famoso.

Beppo, se angustia ahorrando tiempo para rescatar a su amiga Momo; por eso barre en una loca carrera y a un ritmo veloz, incompatible con la felicidad. Ya no piensa en aquello de “a cada paso una inspiración y a cada inspiración una barrida”.

¡Ya no tienen amor por su trabajo!

A los niños, los “hombres grises” los encierran en depósitos para “enseñarles” a jugar. Todos han perdido la capacidad de entusiasmarse y de soñar; al pasar los días se vuelven grises, hostiles; las personas mayores, esclavas de sus quehaceres, de sus negocios, “sin tiempo” para escuchar y compartir.

Personaje clave es Casiopea, la tortuga, ajena al discurrir del tiempo. Guía a Momo hacia el gran maestro llamado Hora, y le señala lo que en cada momento debe hacer para librarse de los “hombres grises” y poder recuperar el tiempo que la humanidad se ha visto obligada a ahorrar.

Acongoja en esta obra maestra la existencia de los “hombres grises”:

Con voz, ropaje, mirada y comportamiento grises.

Son monstruos perseguidores de la felicidad de compartir el tiempo con los seres amados; exigen ahorrar el tiempo –igual como se ahorra

el dinero-; viven del humo del cigarrillo; es decir, a quien no tiene tiempo para la felicidad de compartir, esta se le esfuma como humo asfixiante, venenoso, que mata el alma, la sonrisa, la alegría.

¿Qué enfermedad es esta?

Leamos:

“Al principio apenas se nota. Un día, ya no se tienen ganas de hacer nada; uno se aburre. Y esa desgana no desaparece, sino que aumenta. Se hace peor de día en día. Uno se siente cada vez más descontento, más vacío, más insatisfecho con uno mismo y con el mundo. Después desaparece, incluso, este sentimiento, y ya no se siente nada. Uno se vuelve indiferente y gris, todo el mundo parece extraño y ya no importa nada.”

“No hay ira ni entusiasmo, uno ya no puede alegrarse ni entristecerse. Entonces se ha hecho el frío dentro de uno y ya no se puede querer a nadie. Al llegar a este punto, la enfermedad es incurable. Se va de un lado a otro con la cara vacía, gris, como los propios hombres grises. Se es uno de ellos. Esta enfermedad se llama aburrimiento mortal.” (p. 205)

Pero, al fin, Momo, el símbolo de la alegría, el ser que sabe escuchar, que cambia la situación anímica de las personas con el solo recurso de oírlas, logra vencer el egoísmo, rescata el tiempo para el hombre, para que este vuelva a sonreír, a ser generoso y comprensivo. Para que pueda volver a compartir la vida y el tiempo con los demás, mediante el don inefable del amor y del saber escuchar, ya que... “el tiempo es vida, y la vida reside en el corazón.”

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