Las marchas

Autor: Tomás Castrillón Oberndorfer
1 abril de 2017 - 12:08 AM

La comunidad tiene derecho a protestar mientras tal posibilidad exista

Es claro que a través de la historia se han presentado, para bien o para mal, muchas marchas con diversos fines y motivaciones, unas más cuestionables que otras.

Bastaría un somero repaso.

Desde la antigüedad se escribió sobre la Anabasis, o sea “La retirada de los 10.000”, en donde se da cuenta de la retirada de 10.000 mercenarios griegos que había llevado Ciro el Joven a la Mesopotamia, unos 400 años a.C.

También cabe recordar la marcha de Aníbal, quien partiendo de Hispania atravesó los Pirineos y los Alpes aspirando llegar a Roma, episodio destacado de las Guerras Púnicas unos 220 años a.C.

Aunque no tenga verdadero rigor histórico y para, “poner algo de música”, se recuerda la Marcha triunfal de Aida, en la ópera del mismo nombre, en donde se narran las desventuras de los amores de una princesa etíope cautiva, y Ramsés un militar al servicio del Faraón.

En tiempos más modernos deben mencionarse las nueve Cruzadas que con diversas motivaciones se desarrollaron entre los años 1100 y 1272 d.C.

En el bello himno La Marsellesa, se hace también una invitación a marchar en contra de una “sangre impura”.

El Paso de los Andes del Libertador, al remontar la Cordillera de los Andes, pasando por el páramo de Pisba, es una marcha fundamental en la lucha por la independencia.

Históricamente es importante la Marcha sobre Roma de Benito Mussolini, que marcó el final del sistema parlamentario y el principio del régimen fascista en Italia.

Y así por el estilo.

Antes de proseguir, vale la pena recordar un caso de “marchas prohibidas”, que ocurre con la prohibición de pasar marchando sobre algunos puentes peatonales, para evitar el fenómeno de resonancia.

Las motivaciones de las marchas son variadas, y es claro, entonces, que tienen una finalidad que va desde la búsqueda de ventajas estratégicas en los acontecimientos de índole militar, hasta la expresión de inconformidades o deseos de instaurar nuevos regímenes.

Retomando el coro de “La Marsellesa”, en donde se invita a desterrar la “sangre impura”, puede considerarse que en esta, yace la principal motivación de las marchas de índole política.

Es preciso definir, en el caso actual de Colombia ¿cuál es esa “sangre impura”?

Básicamente podría decirse que la constituyen, la mentira, la soberbia, el despilfarro, la corrupción y el incumplimiento de los compromisos y promesas, por parte del actual Gobierno.

Entonces es evidente que, en las circunstancias actuales, hay una verdadera desmotivación e inconformidad con el desempeño de las autoridades que ostentan la autoridad y mando en el Alto Gobierno.

Esto se ha reflejado, con creces, en el resultado de las innumerables encuestas: La inconformidad es mayor y el desprestigio ha alcanzado niveles sin antecedentes.

Tales efectos no son gratuitos, y se deben, por decir lo menos, a las permanentes mentiras, excesos desbordados, falsedades e incumplimientos y, de la mayor importancia, complicidades con el narco terrorismo en que ha incurrido el actual Gobierno Nacional. Dicha inconformidad se ha extendido a otros estamentos como el Congreso de la República vendido y sin ninguna autoridad moral y a las Altas Cortes prevaricadoras.

Es un axioma y forma parte de la Constitución, que la comunidad tiene derecho a protestar mientras tal posibilidad exista.

Esa es la motivación de fondo que apoya la marcha del próximo primero de abril.

El autor de estas líneas no podrá marchar por imposibilidad física, pero acompaña, de corazón, a los marchistas.

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