“Los fracasos como el túnel de la Línea y Reficar a nivel nacional y el Parque biblioteca España a nivel local, no son entonces gratuitos”.
Como consecuencia de los últimos “descubrimientos”, relacionados con la corrupción que la comunidad, en gran parte, sospechaba, se ha despertado una verdadera ola farisaica de extrañeza e inconformidad. Generalmente los comprometidos buscan a quien endilgarle la responsabilidad y, de nuevo, se pasea rampantemente el “elefante samperiano”.
Algunos comprometidos llegaron a afirmar que la corrupción era una característica inherente a la naturaleza humana, y un expresidente sentenció que había que convivir con la corrupción manteniéndola en su justa medida. Pero nunca definió ese parámetro.
Tal “descuadernamiento” institucional, como lo definió un expresidente, tiene muchas causas. En el caso de la contratación de obras para el desarrollo de infraestructura, bien vale la pena analizar más profundamente la que se considera una de las mayores causas.
Hace unos 30 o 40 años, antes de proceder a una licitación, se elaboraban diseños completos sobre los cuales se evaluaban presupuestos y se programaban las obras.
Con el facilismo y el inmediatismo influenciados por la politiquería y toda clase de intereses perversos, empezaron a elaborarse licitaciones basadas únicamente en “diseños conceptuales” y, claro está “ahí fue Troya”. En los casos en que se licitaban o concursaban los diseños, los términos de referencia eran muy claros y precisos.
Los procedimientos de revisión y control, que eran múltiples, eran previos o, por lo menos simultáneos con el desarrollo de las obras. La Constitución del 19 (del M-19) acabó con los controles previos.
Hay que reconocer que como buen país “santanderista”, existen en Colombia múltiples legislaciones, como la Ley No. 80 de 1993, el “Estatuto General de contratación de la Administración Pública y el Decreto Reglamentario 2251 de 1993”, con “todos los hierros” que le siguieron, y, además que hay todas las “ías” que “Dios en su bondad nos dio”, y sin embargo habrá que decir tristemente como lo haría Marañas: “Es como tener a la mamá, pero muerta”.
Los fracasos como el túnel de la Línea y Reficar a nivel nacional y el Parque biblioteca España a nivel local, no son entonces gratuitos, y si bien la mayoría de los desastres ocurren en el sector público, hay que reconocer que en el sector privado se han presentado casos tristemente célebres como el colapso de la torre 6 del edificio Space.
Otro factor, que bien vale la pena analizar, es la idoneidad y capacidad de muchos de los que acceden a posiciones directivas, acceso debido, casi siempre, a influencias politiqueras. Pero surge, además, en muchos casos, la falta de idoneidad, lo que permite cuestionar la formación de las últimas generaciones de profesionales.
Ante este panorama tan preocupante, y en vista que los controles en el estamento público han demostrado ineficiencia e incapacidad, queda una última línea de defensa, principalmente desde el punto de vista ético, que está constituida por las agremiaciones profesionales. Desgraciadamente su accionar ha sido mínimo, debido, quizás, a que estas entidades están permeadas también, por nefastos conflictos de intereses.
Resumiendo y para utilizar la expresión popular, se le ha “dado toda la papaya a la corrupción” y “Papaya servida, papaya comida”.
El daño causado por la clase dirigente corrupta de las últimas dos generaciones, propiciando la corrupción, no se reparará en otras dos generaciones.
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