¿Quién se beneficiaba con que no se marcara mucho más la diferencia que favorecía a la encuesta democrática, frente a la del comunista retrógrado?
La sabiduría popular, manifestada en el refranero, dice de los individuos que tienen un pasado muy cuestionable, debido a sus tropelías cometidas en el pasado, que al ejercer autoridad, asumir funciones y/o participar en eventos, suelen cometer sus actos anómalos, indeseables, inaceptables y, en fin, hasta delictuosos, que: “La hacen a la entrada” o “a la salida”, o sea, en otras palabras, que se trata del caso de que se cumple el dicho : “Vaca ladrona no olvida portillo”.
En los últimos años, durante la gestión del actual gobierno, fue muy caracterizada (de entrada) la persecución a los columnistas de opinión que discreparan de las actuaciones del gobierno. Este hecho se manifestó, últimamente, (a la salida) en el despido de un periodista de la cadena mamerta por excelencia, debido a las denuncias del comunicador en contra de los secuestros, cometidos casi impunemente por la Farc.
Lo sucedido en el reciente evento electoral, ha traído a colación la sabiduría de este dicho, haciendo referencia a las actuaciones del alto gobierno, solo que, debido a sus antecedentes, en materia de eventos electorales, merece la aplicación del dicho corregido así: La hace a la entrada y también a la salida, aunque en algunos casos había que introducir la palabra “durante”. “El que entendió, entendió”.
En efecto, la manipulación perversa de los tarjetones para atender la dos consultas, así como era previsible, dejó mucho que desear.
Era previsible, porque esa era la característica del manejo que da a los certámenes electorales el actual gobierno. Y dejó mucho que desear, porqué no reflejó la gran diferencia que hay entre los posiciones que dizque han polarizado al País. Esos tales polos han sido definidos muy eufemísticamente de varias maneras: Extrema izquierda enfrentada a la extrema derecha, uribistas y petristas y así por el estilo, cuando lo más acertado sería: Democracia versus dictadura.
Entonces cabe aplicar la técnica de los investigadores en las antiguas novelas policíacas: “¿Qui prodes?”: ¿Quién se beneficiaba con que no se marcara mucho más la diferencia que favorecía a la encuesta democrática, frente a la del comunista retrógrado? En otras palabras: ¿a quién le interesaba que no surgiera en forma arrolladora la candidatura de Iván Duque, y que “casualmente” manipulaba los estamentos electorales? La imaginación popular también tiene un dicho al respecto: “Blanco es, frito se come y gallina lo pone”.
Es claro que Colombia fue el hazmerreír del mundo ante lo sucedido en el último proceso electoral.
Aparecieron las infaltables explicaciones: Que fueron fallas de logística, que los jurados estaban sesgados, que faltó presupuesto, y tantos otros “fue que”, lo que obliga a la comunidad a exigir la renuncias y condenas de los responsables, y que los órganos de investigación asuman su papel. En esto hay “tanto de largo como de ancho”. Si los presuntos responsables han obrado siguiendo instrucciones “de arriba”, nada va a pasar. Además, es claro que con una fiscalía que se ha encargado en dar cumplimiento de su misión fundamental (para lo que fue nombrada), de que nadie traspase la ´línea roja” que rodea la Casa de Nariño, (Recordar Oderbrecht) y se ha convertido en una fábrica emisora de distractores y cortinas de humo, lo que parece ser confirmado con el “descubrimiento, “simultáneo y casual (¿?) de lo que todo el mundo sabía” de una politiquera compradora de votos, seguramente nada va a pasar, y a esperar el próximo certamen electoral para ver con que otra añagaza van a salir los mamertos incrustados en todas las altas esferas del poder.
Además: Ni fortuito ni aislado