El libro recoge con autoridad investigativa, la vigorosa fuerza de convertir un sueño en una ejemplar realidad de servicio.
Educar es mucho más que un oficio; es un acto de entrega de sí mismo.
La frase: "la osadía de hacer patria", es de Luz Amanda Velásquez Acosta; pero, también es el título de un libro exclusivo que manos amigas me han hecho conocer; una historia que recoge con autoridad investigativa, la vigorosa fuerza de convertir un sueño en una ejemplar realidad de servicio, llevada a cabo por un misionero español de la Orden de San Agustín: Fray Lucio Cambero Carnero.
En buena hora la competente profesora Socorro Ramírez Agudelo realizó un valioso trabajo de “investigación, recopilación y textos”, además del bello diseño de la carátula, cumpliendo con todas las normas exigidas para el caso.
Dicho trabajo, con el título ya expresado, fue editado bellamente por Artes Gráficas Salazar y Herrera. Es un libro-testimonio, que sin perder la amenidad y el atractivo, se convierte en un ejercicio escritural, y, guardadas las proporciones, se diría que es una “odisea”, por las características difíciles y desafiantes del mundo en que se desenvolvió Fray Lucio, juntamente con sus gentes: el primer capítulo da cuenta de la fundación de la Parroquia Nuestra Señora del Buen Consejo, obra que precedió al “milagro del basurero”.
Lea también: Disciplina en el hacer y en el ser ¡he ahí el logro!
Doña Socorro presenta su libro con una evocación: "Un día escuché al padre Lucio decir: -Voy a escribir una vida para que otros escriban un libro-". Y ella, como testigo presencial de la fundación y desarrollo de la tan amada y luchada empresa educativa: Colegio Nuestra señora del Buen Consejo, escribe el libro para explicarnos cómo empezó esa “osadía de hacer patria” educando a los niños y jóvenes de tres barrios del noroccidente de Medellín.
En doce capítulos la autora nos muestra el largo camino recorrido por el misionero Lucio, desde el basurero de la Comuna, en donde limpiando la ladera de la quebrada, él puso la primera piedra, hasta convertirse hoy en un monumento a la educación, gracias a su inmensa fe, a su ejemplar disciplina y constancia. Fray Lucio, sus profesores y todos cuantos los rodearon y apoyaron, empezó su labor con sesenta muchachos; hoy, ufano y triunfante, declara: “le he robado a la violencia cinco mil jóvenes”.
Ese milagro realizado en el basurero el 1º de enero de 1987, es hoy el ejemplar Colegio Nuestra Señora del Buen Consejo; y es no solo centro educativo sino un edificio-museo cargado de joyas en el campo de murales, óleos, esculturas, tallas en madera, pinturas, oleografías, bronces, todo ello detalladamente expuesto e ilustrado en el capítulo doce del libro que comentamos.
Sigo leyendo… y encuentro que La “Galería de Fundadores” es un historial completo de generosos seres humanos comprometidos con el ideal de Fray Lucio: allí están los retratos, entre muchos otros, de Bestina Rodríguez, Blanca Suárez, Cruz Elena Arboleda, fray Lucas Linares, Beatriz Henao, Socorro Ramírez; y las menciones de personas y familias colaboradoras desde siempre: Figueroa-Arboleda, Lotero-Soto, Pulgarín-Gaviria; Doralba Castaño, Dolly Pareja, Paulino Figueroa, Blanca Suárez, y muchos más.
“La capilla puede convertirse en un escenario de teatro, en un punto de encuentro, en un sitio social… además del lugar sagrado dispuesto para el encuentro divino”. (Carlos M. Gómez). Esta es, además, un templo del arte: el Viacrucis, once vitrales, un enorme Cristo tallado en madera, una fachada en cerámica con la imagen de Nuestra Señora del Buen Consejo…
Las aulas, amplias e iluminadas y decoradas con obras de arte y bellos murales, invitan al descanso, a la reflexión y al estudio.
La biblioteca “San Agustín” es modelo de organización en donde los jóvenes aprovechan el tesoro de veinte mil ejemplares; este recinto es el motor de desarrollo de destrezas lectoras, como soporte de la educación integral de quienes viven sus sueños y encuentran su rumbo a la sombra del Santo Patrono, el mismo que ha guiado los ideales y las decisiones de Fray Lucio.
En el capítulo ocho, doña Socorro, la autora, recoge con reverencia, la obra literaria del fraile fundador; son páginas brillantes que van marcando los hitos al caminante-alumno, al avanzar hacia su formación para “ser y servir”.
No es extraño, entonces, que el Colegio luzca con orgullo las muchas condecoraciones e innumerables reconocimientos que ha recibido Fray Lucio y los trofeos conseguidos por los alumnos gracias a su seriedad y compromiso; de todo ello nos informa el capítulo diez.
Además: Las Orquídeas del Concejo
El registro fotográfico del libro merece un aplauso especial por ser una obra de arte más.