¡Es mejor estar en el colegio!

Autor: Empresarios por la Educación
13 abril de 2018 - 12:08 AM

El acceso al sistema educativo y el paso progresivo por los niveles que ofrece, constituirían entonces, una oportunidad única para el desarrollo de la dignidad.

Catalina Ángel Pardo

La educación no es un tema de moda ni un negocio. La educación es un derecho humano orientado a la realización de la dignidad. Entonces, ¿qué es la dignidad humana? Para estas líneas, bastará recordar los tres lineamientos normativos de la dignidad definidos por Estado colombiano en 2002. El primero de ellos es “Vivir como se quiera”, esto es, tener la autonomía para diseñar el plan de vida propio, determinado por las características que cada uno quiera dar al curso de su vida. El segundo es “Vivir bien”, es decir, contar con las condiciones materiales para hacer realidad ese plan de vida.  Y el tercero es “Vivir sin humillaciones”, lo que significa respetar y valorar las formas de vida de cada persona, como el mayor de los bienes intangibles.  

El acceso al sistema educativo y el paso progresivo por los niveles que ofrece, constituirían entonces, una oportunidad única para el desarrollo de la dignidad. La toma de decisiones sobre el propio cuerpo, la posibilidad de establecer los linderos de un proyecto de vida autónomo e incluso la oportunidad para equivocarse mil veces y de aprender del error antes del salir al ruedo son asuntos medulares para la educación. 

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También lo es la formación disciplinar: tomar de la mano a los niños, niñas y jóvenes, conocer con ellos los cráteres de la luna, la física del sonido, la estructura biológica de las plantas, el encanto de la poesía, el enigma del cálculo infinitesimal, la forma de las nubes, la sístole y la diástole del corazón, el legado de los pueblos ancestrales y todos aquellos asuntos que durante siglos han dado lugar a volúmenes infinitos de sabiduría humana y que son la base para construir el sueño de ser arquitecto, veterinario, astronauta, pescador, jardinero, médico, músico, escritor o maestro. 

En la escuela aprendemos también el valor del amor hacia nosotros y hacia los demás. Algunos tuvimos la oportunidad de vibrar ante la inminencia del primer beso, lloramos por el acoso del niño más cansón del curso, y nos llenamos de valor para decir, en voz alta y ante todos, que el niño del lado había guardado en su maleta el borrador que tanto buscaban. Aprendimos que el color de la piel no es motivo para rechazar a nadie, y que tampoco lo son un rostro lleno de pecas o unos kilos de más en la clase de educación física. Todas estás vivencias nos construyen y son potencialmente realizadoras de nuestra dignidad durante toda la vida.

¿Qué pasa con quienes no entran al colegio? Estar en el colegio o, luego, en la universidad, no es la única manera de construir y realizar nuestra dignidad, pero sí son los lugares para vivir las más ricas experiencias para lograrlo. No obstante, hoy, en pleno Siglo XXI, hay muchos que se pierden de la vida de estudiante. La Encuesta Nacional de Demografía y Salud realizada en 2015 señala que, si bien el 97.3% de la población entre 6 y 10 años asiste al colegio, en la medida en que la edad aumenta, esto es, entre los 11 y los 16 años, esta cifra se reduce significativamente hasta llegar a una cobertura de educación básica de 50.5% en los jóvenes entre 17 y 20 años. Las razones para no estar en el colegio son variadas.  Se mantienen en primer lugar las que tienen que ver con la pobreza (el trabajo temprano, maternidad y paternidad adolescente), la migración interna (por desplazamiento forzado o por causas económicas) y los obstáculos administrativos para conseguir un cupo.

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Según el Banco Mundial, para 2016 Colombia ocupaba el séptimo lugar entre los países más desiguales del mundo. Ya en 2003 Katarina Tomasevsky, entonces relatora especial para el derecho a la educación de las Naciones Unidas, afirmó que en Colombia existe un sistema educativo de ricos para ricos y uno de pobres para pobres. Aunque no es posible desconocer los esfuerzos realizados para garantizar el acceso, debemos reconocer que no son suficientes. El camino hacia la cobertura total aún es largo y necesitamos el apoyo de todos para llegar a la meta.

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