En Colombia no existe extrema derecha; y el Centro no es tampoco muy derechista. Desde luego, es democrático y apegado a la Constitución y la ley.
A pesar del retroceso de El Tiempo en circulación, calidad e influencia, sigue siendo el principal medio escrito en el país. Desde luego, gobiernista siempre por definición, no puede dejar de participar en las labores de desinformación gratas a la actual administración.
Después de las elecciones de marzo para Congreso, ese diario contrastaba en primera página, con grandes titulares, los resultados de Duque, como “centro-derecha” contra “centro-izquierda”, dentro de la operación de camuflaje de Petro, cuyo radicalismo vienen diluyendo todos los medios gobiernistas para dejarlo como un demócrata “normal”, a lo sumo el heredero de un gaitanismo que pocos, obviamente, pueden recordar, inscrito en una mítica línea de sentimentalismo liberal y populista. Pero de su prontuario no se puede hablar...
Hoy (lunes), 28 de marzo, la primera página reza: “Derecha versus Izquierda en la segunda vuelta”…
Así como en marzo no titularon “Centro-derecha contra extrema izquierda”, no podemos esperar una leyenda verídica, como sería: “Centro político contra extrema izquierda revolucionaria”.
En Colombia no existe extrema derecha; y el Centro no es tampoco muy derechista. Desde luego, es democrático y apegado a la Constitución y la ley, pero no es exactamente una formación democrática de derecha, como en sus buenos tiempos fue el Conservatismo colombiano.
Pero si en Colombia no hay extrema derecha, desafortunadamente tampoco hay centro izquierda. Aquí los socialismos nunca han sido de corte social-demócrata o laborista. Todos han sido revolucionarios y comunistas, pero han operado siempre dentro de una opinión pública deformada y tolerante, que ha sido adoctrinada desde la universidad en la falsa, superficial y absurda dicotomía de que la derecha siempre es mala y rapaz, y la izquierda, siempre pulquérrima y bienhechora.
Tanto en la derecha como en la izquierda hay matices que van desde lo correcto hasta lo criminal. En una democracia hay campo para el ordenado contraste de pareceres entre todas las tendencias que observen la Constitución y la ley y que alternen el ejercicio del gobierno, respetando todos los derechos de la oposición y los ciudadanos, buscando siempre el perfeccionamiento del modelo económico de libre empresa y responsabilidad social.
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Actualmente en Colombia se enfrentan las fuerzas partidarias de la democracia tradicional, donde confluyen las mejores ideas social-cristianas, liberales y social-democráticas, contra las fuerzas comunistas, obedientes a Cuba, y que con el Acuerdo Final entre Santos y las Farc, ya solo necesitan a Petro en la presidencia para pasar a la etapa propiamente revolucionaria.
La disyuntiva es, entonces, de vida o muerte. Por tanto, es necesario dejar de lado tantos eufemismos y decirnos la verdad: Petro no es un político “normal”, ni se puede creer en su almibarado discurso pre y postelectoral de gaitanismo, democracia, respeto por los opositores, rechazo del totalitarismo y de la economía dirigida por el Estado, y hasta catolicismo social.
Con la misma duplicidad y falacia de los Castro, ya está siguiendo los pasos de Chávez hacia el poder. Como es un lobo con piel de oveja, en lo que resta de la campaña no podemos seguir respondiéndole con guantes de seda ni deleitarnos con su canto de sirena…
Vea: Corrupción ¿de derecha o de izquierda?
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La ausencia de derecha en los últimos 50 años es notoria: Entrega de la universidad, la judicatura, los sindicatos y la educación pública. Aceptación de una Corte Constitucional que impone, violando la Carta, el matrimonio entre personas del mismo sexo y el aborto, y que legitima el desconocimiento de un plebiscito. Establecimiento de una “Jurisdicción Especial de Paz”, para la revancha contra quienes defendieron el orden democrático. Emasculación del Ejército. Ocupación izquierdista de los medios de comunicación. Infiltración en la Iglesia…
Y si no hay derecha, ¿dónde está en Colombia la extrema derecha?