Existen diferentes conceptos relacionados con la felicidad, que van desde la paz espiritual hasta la riqueza material. Aun así, la idea trasciende fronteras y se transforma según el contexto social, cultural, político y religioso de cada individuo.
Este 20 de marzo se conmemora el Día Internacional de la Felicidad, según la resolución 66/281 del 12 de julio de 2012 decretada por la Asamblea General de la ONU, “para reconocer la relevancia de la felicidad y el bienestar como aspiraciones universales de los seres humanos y la importancia de su inclusión en las políticas de gobierno”.
La felicidad ha sido por épocas un concepto subjetivo y adoptado por la sociedad dependiendo de factores como la religión, los ideales, la filosofía y el entorno cultural, por lo que se transforma en cada individuo.
Ante esto, y en una constante búsqueda de la misma, la sociedad ha querido alcanzarla mediante la tenencia de bienes materiales, entre hacer lo que genera placer o un sentimiento de plenitud, y en la idea de que la felicidad es un estado del ser producto de decisiones conscientes o de formas de asumir la existencia.
Para el antropólogo Gustavo Muñoz, la felicidad es el sentimiento que se genera en las personas cuando creen haber alcanzado un deseo, trascendente o inmanente, lo que quiere decir que tiene consecuencias muy importantes o se logra en lo más interno de un ser, sin ser resultado de una acción exterior.
“En toda la cultura occidental se ha entendido por felicidad el alcanzar un deseo en el sentido espiritual o material, sin embargo, en la actualidad, durante el siglo XX y XXI, el hombre ha confundido la felicidad con el tener, y esa no es la felicidad, es más un alto índice de insatisfacción existencial que tenemos los humanos”, aseguró Muñoz, quien agregó que la felicidad es un estado del alma, un estado existencial de satisfacción consigo mismo.
El licenciado en Filosofía y Lenguas Eufrasio Guzmán precisó que no debe imaginarse el estado como la ausencia de dificultades, ya que este supone una buena relación con los afectos y pasiones, los cuales muchas veces son contradictorios.
“La felicidad es una estrategia de reconciliación entre pasiones encontradas, porque está en superar las dificultades de tipo sentimental, amistoso o familiar, supone entonces saber convivir con lo complejo”, indicó el filósofo.
Las perspectivas de grandes pensadores
Durante siglos, la felicidad ha sido uno de los temas más estudiados por las distintas ciencias, religiones y doctrinas.
Tal es el caso de la Filosofía, en la que Aristóteles vio la felicidad como la aspiración máxima de todos los seres humanos. La forma de alcanzarla, desde su punto de vista, es la virtud, por lo que aseguró que si se cultivaban virtudes más elevadas se llegaría a la felicidad.
Más que un estado concreto, Aristóteles indicó que se trata de un estilo de vida. La característica se reduce a ejercitar constantemente lo mejor que tiene cada ser humano.
El pensador griego Epicuro contradijo las afirmaciones de los metafísicos aseverando que el estado no proviene sólo del mundo espiritual, sino que tiene que ver más con dimensiones terrenales, por lo que fundó la Escuela de la Felicidad, en la que planteó que el equilibrio y la templanza es lo que da lugar a la felicidad, enfoque que quedó plasmado en una de sus grandes citas: “Nada es suficiente para quien lo suficiente es poco”.
La crítica no se hizo esperar, ya que Nietzsche pensaba que vivir plácidamente y sin preocupaciones es un deseo propio de las personas mediocres. El pensador expuso la diferencia del concepto de dicha al de felicidad, ya que dicha significa estar bien, gracias a circunstancias favorables, o a la buena fortuna, condición efímera, mientras que la felicidad es una fuerza vital, un espíritu de lucha contra los obstáculos que limitan la libertad y la autoafirmación.
Para Ortega y Gasset, la felicidad se configura cuando coinciden “la vida proyectada” y “la vida efectiva”. Es decir, cuando confluye lo que deseamos ser con lo que somos en realidad: “Si nos preguntamos en qué consiste ese estado ideal de espíritu denominado felicidad, hallamos fácilmente una primera respuesta: la felicidad consiste en encontrar algo que nos satisfaga completamente”.
Sin embargo, y pese a las anteriores teorías sobre si la felicidad radicaba en el ser, hacer o tener, el filósofo, sociólogo, psicoanalista y crítico cultural esloveno, SlavojZizek, precisó que este es un asunto de opinión y no un asunto de verdad. La considera un producto de los valores capitalistas, que implícitamente prometen la satisfacción eterna a través del consumo.
La paz interior
“La felicidad es consecuencia de la pureza del pensamiento, sentimiento y actitud, cuando se piensa positivo, cuando hay pensamientos agradables por el otro y no hay odio se puede producir felicidad”, explicó Amparo Arias, directora de Brahma Kumaris en Medellín, organización que fomenta la sociedad en armonía, adoptando perspectivas humanistas, espirituales y de trabajo voluntario.
Arias precisó, además, que la paz interior genera en el ser humano felicidad constante e ilimitada, la generación de una estructura mental, de decisiones y de personalidad con la que se llegan a entender situaciones caóticas sin perder el estado, porque este no radica en situaciones temporales sino en la armonía interior.
“El proceso inicia en el educar la mente, en que esta siempre esté produciendo pensamientos constructivos y poderosos, ser amigo de la mente, investigarla y amarla hace que exploremos nuestros recursos internos que son directamente del alma”, puntualizó.
Según Ivan Ribas, director del Centro Budista Mahakaruna de Barcelona, “los problemas, las dificultades, no son más que sensaciones desagradables que sólo parten de la mente, de nuestra interpretación, de nuestros engaños. La felicidad, por otra parte, sólo puede surgir de la paz interior, y sin paz interior ninguna situación externa puede hacernos felices”.
En el Hinduismo, la felicidad es el “estado permanente del alma humana eterna que debe ser descubierto y que lleva a la vivencia natural de la felicidad. No se alcanza por obras sino que las obras son consecuencia y deber de ese estado que lleva al hombre a descubrir la unidad esencial de su alma con el espíritu universal (Dios) y con todas las almas”.
La religión como base central
El bienestar generado por las creencias religiosas puede generar felicidad, así lo revelaron los resultados de un estudio realizado por el sociólogo Jan Eichhorn, de la Universidad de Edimburgo, en Escocia, en el cual indicó que “la gente es más feliz cuando se encuentra en un grupo social afín a sus propias creencias religiosas. Dado que la población religiosa es significativa en la mayoría de los países, ésta podría ser la razón principal de la tendencia de las personas religiosas a ser más felices que las no religiosas”.
De acuerdo con el sacerdote Fredy Vásquez, “en la teología, la persona dichosa está en el ser y en el darse, porque la figura de Jesús de Nazaret es el modelo de los cristianos, un hombre que se tiene así mismo pero es regalo para los demás”.
A su vez, el pastor cristiano Alexander López López precisó que, para hablar de felicidad, habría que definir dos aspectos: el gozo y la alegría, que aunque puedan paracer similares denotan significados distintos.
“La alegría, que muchos la podrían confundir con felicidad, es muy subjetiva ya que puede depender de factores externos que causan entusiasmo y, por ende, si algo negativo ocurre llegará la tristeza, mientras que cuando hablamos del gozo, un término bíblico que hemos adoptado los cristianos, se hace referencia al estado del alma; nosotros somos seres tripartitos que Dios ha creado con un espíritu, un alma y un cuerpo y es precisamente en el alma donde radican las emociones del ser humano, entonces el gozo verdadero trae una paz que sobrepasa todo entendimiento y pasa que hay tanta felicidad que aún en medio de las aflicciones se puede estar contento y todo radica en la esperanza y fe que tenemos, en pensar que pese a las situaciones Dios tiene un propósito que tal vez no siempre entendemos”, comentó el pastor.
La influencia del bienestar
Sergio Ignacio Soto, director de Fenalco Antioquia, precisó que pese a que la felicidad tiene una connotación espiritual, del alma y la energía positiva, además del afecto, el amor y el saber convivir con los demás, hay valores externos y menos relevantes que aportan a la construcción de la misma como el de satisfacer las necesidades materiales que llevan a un bienestar económico.
“Cuando el ser humano tiene posibilidad de tener conocimientos, cuando se vuelve productivo en ciertas épocas y etapas de su vida, cuando hace empresa o cuando es empleado o trabajador, encuentra la satisfacción en la suplencia de sus necesidades, además, pasa lo mismo con quien puede consumir, invertir u obtener sueños materiales como lo son el de tener una vivienda, un medio de transporte o simplemente viajar, son un complemento perfecto, entonces, como decía Aristóteles, es encontrar el punto medio de las cosas”, apuntó Soto.
Añadió que “cuando uno ve que hay una sociedad con familias unidas, con buenos valores, con principios, con educación y la satisfacción de necesidades básicas hay mucha felicidad y eso se trasmite a las estructuras empresariales, comerciales, al campo, a las industrias y hasta al sector agropecuario de los cuales todos vamos a obtener beneficios cuando tenemos personas con alto grado de alegría”.
El psicoanalista Juan Fernando Pérez explicó que uno de los medios más equivocadamente utilizados por las personas para alcanzar la felicidad es el tener, el querer abundancia cada día a mayores niveles.
“Para muchos, los medios son el dinero, sin embargo, hay un caso que es muy importante al respecto y es el caso de Dinamarca, allí los estándares de satisfacción y felicidad son muy altos ya que los daneses tienen un principio esencial de relación con la vida y es que hay que tener satisfacciones pero con austeridad, para ellos el lujo es un abuso y lo consideran abuso para con los demás, consideran que una satisfacción sin excesos constituye realmente el fundamento con la vida”, planteó el psicoanalista.
En el caso de Colombia, Pérez indicó que para los ciudadanos el exceso constituye un fundamento de la felicidad: “el concepto de alegría puede confundirse con el bienestar y en el mundo contemporáneo la felicidad y el bienestar parecerían ser idénticos y hay que aclarar que no es lo mismo”.
Desde la mirada de Manuel Manrique, exrepresentante de Unicef en Colombia y actual director de Fundamundo, hay que cuestionar las encuestan sobre felicidad y el facilismo con que se llega a la conclusión de que alguien es feliz, ya que es un concepto relativo e individual de cada ser.
“El desarrollo humano para un país como Colombia significa que la gente tiene sus derechos humanos adecuadamente atendidos y que entonces van a lo largo de la vida teniendo las satisfacciones materiales y morales adecuadas para desarrollar todo su potencial, pero ahí no sabríamos si detrás de satisfacer necesidades está la felicidad, si darle satisfacción de servicios y bienes materiales es suficiente para que las personas sean felices y sabemos que no es el caso, porque eso se relativiza viendo que personas que viven en lugares difíciles, como pueden ser las comunas, con restricciones y problemas diarios, son profundamente felices”, explicó Manrique.
Asimismo, aseveró que estamos en una época en la que la complacencia de las necesidades reales o ficticias de carácter individual acaban siendo equivalentes a felicidad: “Yo tengo lo que el mercado me dice que tenga y si estoy en sintonía con eso me siento bien porque consumo las cosas que el ambiente me dice que son los satisfactores capaces de generar en mi ese estado, dejando de lado otras consideraciones importantes”.
Viktor Frankl, neurólogo y psiquiatra austriaco, fundador de la logoterapia, concluyó que “darle un sentido a nuestra existencia, un deseo por cumplir, una meta a alcanzar e intentar conseguirlo nos aportará la plenitud existencial, y como consecuencia, la felicidad. Y contra más noble sea dicha meta, más profundo será el sentimiento de felicidad”.
Índice de Felicidad Integral de Medellín
La Alcaldía de Medellín realizó, por medio del Departamento de Planeación, la primera medición del índice de Felicidad Integral, con el fin de reconocer cómo se sienten los ciudadanos en cuanto a los espacios públicos, la movilidad, la educación, los recursos entregados y el disfrute de los mismos, y cómo experimentan la felicidad por medio del bienestar.
Tatiana García, subdirectora del Departamento Administrativo de Planeación, indicó: “Nosotros reconocemos que la felicidad es un concepto muy subjetivo, ya que a unos los hará feliz estar con su familia, a otros hacer ejercicio, a otros el dinero, en fin, algo sumamente relativo, por lo que este índice no es solo de decir si eres feliz o no como una sola pregunta, sino que empezamos a contemplar las diferentes dimensiones tanto de cosas subjetivas o intrínsecas y cómo el entorno de la ciudad permite llegar a esa experiencia de felicidad”.
García aseguró que, pese a que el resultado de la mediación no dice si las personas son felices o no, se conoció qué porcentaje de la población tiene una experiencia de felicidad alta, media y baja.
“De experiencia de felicidad alta tenemos al 42,82% de la población, mientras que en media ubicamos al 34,44% y en baja a un 22,70%, también hay un dato interesante que se dio cuando les preguntamos a las personas qué las hace felices, lo que nos relaciona son temas muy desde el ser, sin embargo, cuando les preguntamos qué les faltaba para ser más felices, todos respondieron que dinero”.