La operación de insensibilizar a Colombia, a pesar del telón de fondo y de la catástrofe económica y humanitaria del país vecino, tuvo formidable aceptación, ya que ocho millones votaron por el candidato castro-chavista.
Venezuela, uno de los países más ricos del mundo, ha sido totalmente arruinado, lo que no es de extrañar para quienes han seguido la historia de los gobiernos comunistas. Rusia, llena de problemas, como todos los países de su época, no era sin embargo el país miserable que nos han hecho creer. Antes de la Primera Guerra Mundial ese inmenso imperio, uno de los graneros del mundo, también empezaba a experimentar un rápido despegue industrial. El famoso economista W.W. Rostow ha llegado a pensar que si no hubiera llegado a triunfar la revolución y Rusia hubiera seguido creciendo al ritmo que llevaba antes de ella, podría haber rivalizado, y hasta superado, a los Estados Unidos.
Sin embargo, la historia de la URSS fue de hambre, como el que también se vivió en la China de Mao y desde hace 60 años en la Cuba de los Castro, para no mencionar otras desgracias.
La horrible guerra de Siria y la aterradora pobreza de África explican sus respectivos éxodos masivos. En cambio, el hambre atroz de Venezuela, cuya diáspora rivaliza con las anteriores, no tiene explicación diferente de los predecibles e inexorables efectos económicos del comunismo.
Hay que insistir en las consideraciones anteriores, porque en Colombia ha tenido el más inexplicable éxito la monserga de que el castro-chavismo no existe y que, por lo tanto, no constituye ni el más remoto peligro para el país. Además Petro, asesor, consejero, confidente y amigo de Chávez, ya dice y repite que dizque no puede ni ver a Maduro… ¡y a la gente hay que creerle lo que dice!
Si ahora somos tan insensibles frente al contagio del modelo castro-madurista, en 2022 ya estaremos acostumbrados a ese régimen, como hemos llegado a aceptar el de Cuba como algo irremediable y permanente…y hasta chévere.
La operación de insensibilizar a Colombia, a pesar del telón de fondo y de la catástrofe económica y humanitaria del país vecino, tuvo formidable aceptación, ya que ocho millones votaron por el candidato castro-chavista; y Claudia, estridente y gárrula, viene mejorando su imagen en las encuestas hasta el punto de que muchos esperan su próximo ingreso al Palacio Liévano.
Vengo palpando varios fenómenos: 1. Confianza en el presidente Duque por parte de quienes votamos por él. 2. Reconocimiento de las dificultades que enfrenta para gobernar exitosamente, constreñido, como está, por un esquema constitucional espurio, de corte comunista, que se impuso contra el país. 3. Añoranza de la mermelada en el Congreso y dominio de la extrema izquierda en las “Altas Cortes”, los medios masivos y el sector educativo.
El país sigue, entonces, tan dividido y polarizado como antes de las elecciones. Por un lado estamos quienes queremos el retorno a un régimen democrático normal, y por otro, las falsas y melifluas voces que tratan de convencer al presidente de que, como nada puede cambiar, debe acomodarse a la camisa de fuerza pactada para que un movimiento con 50.000 votos imponga su voluntad a 50 millones.
En estas condiciones, que no podemos ni debemos ocultar, empieza a notarse un sordo desánimo que lleva a muchos a pensar que inevitablemente vamos hacia el triunfo electoral de las izquierdas en 2022…
Por tanto, es de fundamental importancia recordar que la táctica es la técnica que permite ganar el siguiente combate, mientras la estrategia, visión de largo alcance, nos permite ganar la guerra.
Sin demeritar lo táctico, me atrevo a pensar que los partidarios del estado de derecho y el modelo de libertad personal y empresarial son buenos tácticos que actúan con insuficiente coordinación, fluctuante entusiasmo y precaria e intermitente financiación.
Por el contrario nuestros opositores, motivados por acalorada pasión e incapaces de analizar los datos de los sentidos, han adquirido superioridad estratégica por estar dirigidos férreamente por un Estado Mayor clandestino, bien financiado y de tiempo completo, que sigue una planificación detallada, “sin prisa pero sin pausa”, atento a los detalles de su plan de acción, coordinando sus obedientes pero disciplinados alfiles en todos los puntos neurálgicos del Estado, las Cortes, los medios, la propaganda negra…
Varias veces he mencionado la respuesta de Ernst Kaltenbrunner ante el Tribunal de Nuremberg:
— “¿Cómo fue posible que una pandilla de delincuentes se hubieran hecho al control de Alemania?”
— “El gobierno del Reich tenía que resolver centenares de problemas económicos, sociales y diplomáticos, mientras nosotros solamente teníamos un propósito: Alcanzar el poder, aprovechando las debilidades de la democracia”.
¡Lo malo de las lecciones de la historia es que casi nunca se aprenden!
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Señor ministro de Defensa: La subversión existe, ¡y usted es quien menos puede atribuir su accionar a la mafia!