No puede ser que, si nuestra sociedad no es amable y justa, la responsabilidad la tenga el otro solamente, y no yo también.
El papa Francisco, en preparación a su visita pastoral que iniciará el 6 de septiembre próximo, nos envía un mensaje que empieza diciendo “Demos el primer paso hacia la reconciliación y la paz”. Observo que el pontífice habla en primera persona, y no en la tercera, “Den el primer paso…”, tan usual en estos casos. Es decir, el papa no le habla al gobierno, ni a los guerrilleros ni a los militares. Él dice “nosotros”. Me habla a mí. Le habla a usted. Nos habla a todos.
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Esta invitación de Francisco es una oportunidad de oro para que cada uno de los colombianos dé ese primer paso respondiendo con humildad una pregunta clave: ¿Qué he hecho que haya entorpecido la construcción de una sociedad amable y justa?
A pesar de que la negociación para la paz empezó hace cinco años y que el año pasado se firmó el acuerdo, el verdadero camino hacia la paz apenas empieza ahora, y sabemos que será largo y muy difícil. Pero, como lo dice el proverbio, “un viaje de mil kilómetros empieza con el primer paso”.
Nos falta una parte muy importante del proceso: La que involucra reformas sociales y políticas; que implica reconocimiento y compensación a las víctimas, aceptación de las culpas con castigos para unas y perdón para otras. Cobran aquí vigencia las palabras del evangelio con las que Jesús critica al que ve la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio.
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Es cierto que tanto el Estado como la guerrilla han pedido perdón por sus faltas, al menos por una parte de ellas. Pero no basta: Es necesario que avancen en la implantación de soluciones reales y eficaces.
El Estado ha sido ineficaz en evitar los excesos de la fuerza pública y en desarrollar e implantar reformas de fondo que eliminen la pobreza absoluta y que reduzcan la desigualdad entre ricos y pobres. La guerrilla tampoco ha sido clara y contundente en el reconocimiento de los daños que les ha causado a sus víctimas, en su disposición para compensarla por ellos, ni en la declaración completa de los bienes que pondrá a disposición para esa reparación.
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Ayer, 3 de septiembre, se instaló en Bogotá una reunión de miembros de la iglesia católica para pedir perdón por la participación de miembros de la institución en la violencia en Colombia. “El objetivo: analizar los discursos y prácticas violentas que en Colombia han sido legitimados bajo visiones religiosas y reflexionar sobre la actitud penitencial en relación con el desafío de la reconciliación”, dicen en la convocatoria.
En contraste con lo anterior, todavía hay sectores de la sociedad colombiana que actúan como si no tuvieran nada que ver en el problema de la violencia endémica que hemos sufrido, y, por ende, no han hecho aportes para la solución. Ninguno de los empresarios, industriales, comerciantes, banqueros, ganaderos, o de los gremios que los representan, ha hecho manifestación alguna de aceptación de la responsabilidad grande que tienen por la inequidad social que agobia a Colombia en el campo y la ciudad. La empresa privada, guiada solamente por el crecimiento y las utilidades, comete graves injusticias, por acción y por omisión. Está obligada a reconocerlo y a corregirlo.
Así las cosas, es muy claro que el mensaje del papa Francisco no admite excepciones: “Demos el primer paso…” es un llamado para todos.
No puede ser que, si nuestra sociedad no es amable y justa, la responsabilidad la tenga el otro solamente, y no yo también. Más que preguntarme “¿Tengo algo que perdonar a las Farc?” la pregunta debe ser “¿A quién tengo que pedir perdón por lo que hice o por lo que omití?”.
Me permito dar el primer paso y le pido perdón a un viejo amigo a quien ofendí en un momento de intolerancia por su forma de ver el proceso de paz. A pesar de que siempre he creído que la diferencia de criterios enriquece a las personas y ayuda a conocer mejor la verdad, reconozco que lo ofendí. Hoy le pido me perdone y me permita volver a ser su amigo.