Acompañé a Eduardo Mackenzie y a otros doce escritores comprometidos en la defensa de la democracia colombiana, el pasado 29 de diciembre,
Acompañé a Eduardo Mackenzie y a otros doce escritores comprometidos en la defensa de la democracia colombiana, el pasado 29 de diciembre, en una reflexión dirigida al Centro Democrático, relacionada con la cadena de golpes de Estado (del presidente, del Congreso y de altas Cortes), que han conducido a la supresión del estado de derecho y a la sustitución de la Constitución por una “hoja de ruta” de 310 páginas para la entrega del país al partido comunista.
En ese escrito solicitábamos proceder a organizar la resistencia civil dentro de los marcos de la legalidad y la democracia, de manera pacífica y permanente, con el fin de contrarrestar eficazmente la consolidación de la dictadura totalitaria en Colombia.
EL 3 de enero Eduardo Mackenzie, en su autorizado blog Colombian News, criticó con vehemencia y dureza la actuación política del doctor Iván Duque Márquez, a su juicio, más bien débil frente al problema fundamental de la toma del poder por la extrema izquierda revolucionaria coaligada con el gobierno actual, mientras, en su opinión, el distinguido senador se explaya apenas en tecnicismos económicos y administrativos.
Pocas horas después apareció la enérgica y también vehemente réplica a Mackenzie por parte de Libardo Botero Campuzano, director del diario digital Debate. Este lamentable enfrentamiento entre los dos mejores escritores y analistas del campo democrático ha hecho la felicidad de los corifeos del eje Timo-Santos y ha desviado la atención sobre nuestras oportunas advertencias de fin de año.
No obstante, considero que en cierto modo esta discrepancia es conveniente, porque nos obliga a reflexionar en la urgencia de no dividir las fuerzas democráticas, faltando tan poco tiempo para las elecciones del 2018, en tanto que las izquierdas, siguiendo instrucciones de Timochenko, se aprestan a presentarse unidas con el fin de “implementar”, de manera irreversible, la “refundación del país”.
Así pues, si nos dividimos, si no constituimos un frente único, facilitamos la acción destructora de la democracia, es decir, el pleno advenimiento de la “República Bolivariana de Colombia”, con todos sus horrores.
Estoy seguro de que Eduardo Mackenzie y Libardo Botero van a superar su transitorio enfrentamiento, para volver a trabajar en la misma armonía de antes, porque la unión se impone y no solamente a nuestro nivel de columnistas y escritores. La unidad de las fuerzas democráticas debe conducir realmente a la unificación de los esfuerzos políticos, empezando por los de los ilustres expresidentes Andrés Pastrana y Álvaro Uribe.
Desde hace varios meses a ambos se les solicitó la constitución de un frente republicano. La conjunción de ambos estadistas, determinante para el triunfo del NO en
el plebiscito, preludia señalados triunfos futuros, que no podrán ser otra vez escamoteados.
La combinación del Centro Democrático con el doctor Pastrana puede dar lugar, entonces, a un movimiento salvador, porque este expresidente está llamado a despertar el sentimiento conservador entre un conglomerado histórico traicionado por un grupo traidor, clientelista, venal y collaborateur en su Directorio Nacional y en el Congreso. Ahora, más que nunca, vale la pena recordar a Álvaro Gómez cuando decía que había en Colombia más conservatismo que partido de ese nombre. Igual consideración podría hacerse diciendo que ahora hay en Colombia más catolicismo que Iglesia, por el extravío político de tantos de sus jerarcas.
Este llamado a la unidad no es cosa mía; refleja el sentir de una ciudadanía amenazada, que bien dirigida, podrá detener el inmenso fraude que ya se prepara para el raponazo definitivo en 2018.
Si esa unificación no se da, es fácil imaginar lo que nos espera…
En Venezuela, la Mesa de Unidad Democrática es la precaria y frágil suma de cerca de algo así como una docena de partidos, no siempre acordes, mientras en Colombia la constitución de un frente republicano apenas requiere que dos grupos se fusionen para conservar la patria. La armónica combinación bifronte Uribe-Pastrana, dará el necesario impulso para que, desde arriba hasta abajo, cesen los personalismos y toda ambición individual.
Esa armonía es difícil, sin duda alguna, pero el patriotismo la exige. El futuro inmediato demanda de todos nosotros una política de unidad, desinterés, disciplina y concordia, porque ya no hay reglas de juego válidas en un país que ha pasado del estado de derecho al desorden programado para hacer posible la revolución. Toda precandidatura, entonces, es divisoria e inconveniente por ahora…
Al margen de cualquier controversia, a Iván Duque Márquez lo espera un brillante futuro dentro de un frente patriótico y republicano, por su exigente preparación y su impecable trayectoria.