¿De cuál derecha hablamos?

Autor: Alfonso Monsalve Solórzano
31 diciembre de 2017 - 12:09 AM

Salvar a Colombia de la dictadura narcomarxista exige la máxima amplitud y el mayor respeto por todas las visiones del mundo con adeptos razonables

Ubicar las concepciones políticas en el continuo espacial izquierda – derecha es una metáfora surgida en la Asamblea Nacional de la Revolución Francesa. Como metáfora es ilustrativa, pero al referirse a la política, en un mundo que cambia vertiginosamente y hecha por individuos y contextos diferentes, es una noción confusa que tiene más de un significado, pero que posee un campo semántico común.

Por ejemplo, hay gente de derecha que se asume como del Centro Democrático, en Colombia, que cree que esta consiste en asumir el clericalismo político, es decir, la necesidad de tener un estado confesional, en nuestro caso, cristiano, y todo lo que ello implica frente a la admisión de la existencia de la divinidad, la configuración de la familia y de la sexualidad, entre otras, como verdades oficiales y de obligatoria asunción. No hay, para ellos una moral social distinta a la religiosa que profesan, ni puede haber una ética pública ni una política de estado que no se reglen por aquella.

Esos mismos piensan que todo el que no ve el mundo como ellos es de izquierda, una especie de encarnación del diablo, que busca llevar a nuestra sociedad al reino del relativismo moral, en el que Sodoma y Gomorra son aceptables.

Hay, no obstante, una derecha que se fundamenta en el liberalismo filosófico de Popper, Rawls. Esta corriente asimila la historia de Occidente, cuya máxima enseñanza en este campo, es que las sociedades modernas sólo pudieron construirse cuando se dio fin a las guerras de religión, en 1648, con el tratado conocido como la Paz de Westfalia, donde se introduce la tolerancia religiosa, la neutralidad del estado frente a los distintos credos y el primer sistema internacional de estados.  Esto evoluciona en un conjunto de naciones en las que no hay religión oficial, pero todas las concepciones son respetadas y protegidas, y se refleja en el aporte central de Occidente al mundo: la democracia liberal, basada en el respeto fundamental a los derechos individuales (proclamados primero en USA y luego en Francia), entre los que la libertad de conciencia y de culto es primordial.

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Sobra decir que la democracia colombiana, amenazada como está por un hibrido de dictadura narcosocialista y cocaína y por la imposición de una ideología que destruye los derechos individuales e impone una concepción única del mundo -el ateísmo forzado-, no pude darse el lujo de abrazar una doctrina sectaria y excluyente que pretende volver a la época premoderna, anterior a 1648. Ya Colombia tuvo en el Siglo XIX y hasta más de la mitad del siglo XX, terribles experiencias que causaron innumerables muertos por enfrentamientos religiosos.

Salvar a Colombia de la dictadura narcomarxista exige la máxima amplitud y el mayor respeto por todas las visiones del mundo con adeptos razonables, entendiendo por esto que sus valedores no quieren imponerle sus creencias a los demás por la fuerza. Todos deben caber: católicos, cristianos de las distintas denominaciones, creyentes de otras religiones y ateos. Porque ¿se imaginan ustedes un estado excluyentemente católico, o uno excluyentemente cristiano, o uno excluyentemente ateo?

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Apelar exclusivamente al sentimiento religioso para ganar las elecciones, pareciera una buena idea. Pero, piensen ustedes qué pasará cuando, una vez en el poder, comiencen a imponer sus concepciones sobre la vida, el cuerpo y lo que entiendan por buenas costumbres. ¿Y cuándo católicos persigan a protestantes o viceversa? La violencia estará servida. Necesitamos, repito, una sociedad abierta en la que quepamos todos, para poder enfrentar a los que quieren destruirla. Y pienso que el candidato Iván Duque Márquez encarna esta clase de sociedad abierta.

Otro punto para discutir con esa tendencia es el de la economía. La defensa de la economía de mercado no es patrimonio de la derecha. En realidad, sólo la izquierda revolucionaria la quiere suprimir y la experiencia ha mostrado que la libertad económica sin límites produce pobreza y que la regulación extrema, también. La idea de un estado austero y eficiente que garantice la libertad de mercado que genere riqueza y cree oportunidades de trabajo e inclusión social, no es de derecha ni de izquierda. Hablar de inclusión está bien, ¿o no? Porque se trata de que la gente esté satisfecha con el sistema, se sienta bien, tenga salud, empleo y educación y pueda desarrollar sus proyectos de vida y, de paso, consuma.

Ahora bien, una economía sin innovación ni emprendimiento no es viable. ¿Qué tiene de malo, pregunto, hablar de innovación (economía naranja) y emprendimiento como hace el candidato Iván Duque? De hecho, si es responsable, tiene que hacerlo. Y la innovación y el emprendimiento son antípodas de la economía planificada socialista. Están en el corazón del modelo capitalista.

Y consideren lo que está ocurriendo: ese sector de la derecha, desde una tribuna radial o un portal pretende dividir al centro Democrático porque el candidato Iván Duque Márquez no satisface sus requerimientos ideológicos y apoyan abierta o soterradamente candidaturas que no son de ese partido, lo cual, por decir lo menos, es una anomalía. Si la división llega a cuajar, serán responsables de una derrota que resultaría fatal.

Habrá una consulta para definir el candidato de la oposición. Confío en que gane Duque. Pero si lo hacen la señora Ramírez o el señor Ordóñez, votaré por ellos. Y espero que, si los partidarios en el CD de estos pierden, hagan lo mismo por Duque. Esa es la democracia.

Feliz año para mis lectores.

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