El Petro postcomicial se transforma, con fingida moderación y discurso melifluo, para pasar de agache como inofensivo personaje de centroizquierda
El 11 de marzo, en realidad se celebraron dos elecciones: la primera fue un predebate presidencial donde la Gran Alianza para la Reconstrucción Nacional casi duplica a Petro, a pesar de un golpe de mano parcialmente ejecutado. La segunda fue la elección de un Congreso prácticamente igual al anterior.
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En primer lugar, la euforia de las fuerzas democráticas es explicable después de tantos años de fraudes y derrotas electorales, pero eso no debe dar lugar al triunfalismo, porque el cogobierno de Santos y las Farc no está dispuesto a soltar el país. Las fuerzas del castro-chavismo (que sí existe y por tanto es la palabra que Petro —con razón— más aborrece) están desesperadas y cada día actuarán con mayor perversidad y descaro.
Antes de las elecciones, Petro lanzó sus propuestas agrarias para encender la llama de la envidia, grata a la burguesía progresista urbana, siempre dispuesta —como enseña Nicolás Gómez Dávila— a desear la revolución solo en casa del vecino, porque, como los franceses, tienen el corazón a la izquierda y el bolsillo a la derecha.
Asegurada así su credencial “progre”, el Petro postcomicial se transforma, con fingida moderación y discurso melifluo, para pasar de agache como inofensivo personaje de centro-izquierda, eje de un futuro movimiento moderno, avanzado, social-democrático, neogaitanista, como una especie criolla de Emmanuel Macron, Mateo Renzi o Martin Schulz.
En efecto, esa operación de seducción arrancó desde el propio 12 de marzo. En primera página, El Tiempo contrasta los resultados de centro-derecha (5´948.642) con los del “centro-izquierda” (3´559.490).
¿Conque centro-izquierda? ¡Si Petro tiene bien ganada la calificación de extrema-izquierda revolucionaria!
A continuación, ese candidato rechaza pública y airadamente los votos que le endosa Timochenko, no por exiguos sino por tóxicos…
Comprendo (aunque discrepo) la excesiva delicadeza del doctor Iván Duque cuando califica apenas de “populismo” el comunismo venezolano, ahora cuando es absolutamente necesario que las fuerzas democráticas no caigan en la trampa, políticamente correcta, de enfrentar a Petro con guantes de seda, en lugar de guantes de boxeo, porque si ese demagogo pasa a la segunda vuelta, su gran votación de marzo se incrementará con la del jefe entregador De la Calle y con la del grandísimo idiota útil de Fajardo, porque ese trío está comprometido a implementar hasta la última sílaba del tal Acuerdo Final.
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En segundo lugar, si la Constitución de 1991 no hubiera eliminado el bipartidismo que caracteriza a las mejores democracias, nuestro Congreso no habría caído en el abismo de corrupción en que lo han sumido el clientelismo y la mermelada hasta convertirlo en apenas una notaría del ejecutivo.
Las Cámaras elegidas el 11 de marzo apenas son marginalmente menos malas que las anteriores, pero como el clientelismo anula la posibilidad del voto de castigo, figuras execrables como Iván Cepeda, Roy Barreras y Armando Benedetti regresan, y ahora se refuerzan con Mockus, multimillonario traficante de “éticas” chirles.
Ahora bien, es urgente dejar el espejo retrovisor para lograr una unión de todas las fuerzas democráticas. Si a los 32 representantes del CD se sumaran los 30 de CR y los 21 conservadores, tendríamos 83 votos en la Cámara, capaces de atraer a muchos liberales y algunos independientes, si afortunadamente Duque es presidente en mayo. Similar coalición sería posible en el Senado.
Por eso debo llamar la atención del candidato de nuestra Alianza sobre su inoportuna censura poselectoral a Vargas Lleras, requerido más que nunca antes en las filas de la democracia colombiano.
Y tercera observación: Si la Carta del 91 vulneró gravemente al Congreso como órgano funcional y representativo, la actual, mezcla de aquella y el tal Acuerdo Final, le dio la estocada mortal.
Efectivamente, al regalar 5 curules a las Farc en cada Cámara, se llega a absurdos como el de dar a los representantes del 0.21 % del electorado el voto decisorio en multitud de debates, lo que desvirtúa totalmente el principio democrático de la representación proporcional. ¡En esas condiciones el Polo, con 447.000 votos (2.09 %) logra en la Cámara dos curules, mientras las Farc, con 32.636 votos, tendrán cinco miembros en esa corporación! Y así podríamos seguir las comparaciones…
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¿Cómo puede ser candidato a la presidencia un individuo que debe el reintegro, ordenado por la Contraloría, de 227.000 millones de pesos, por uno de los detrimentos patrimoniales ocasionados a Bogotá por un alcalde tan inepto como sofista, arbitrario y arrogante?
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Mindefensa declara (EL MUNDO, 15 de marzo) que han sido desmanteladas 938 caletas de las Farc, donde al lado de algunos explosivos se han encontrado 50 armas (11, largas; 14, cortas y 25 de apoyo), ¡es decir un promedio de 0.053 armas por caleta!
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¡El 17 de marzo, Santos pide con urgencia restaurar la democracia en Venezuela, mientras la tiene casi extinguida en Colombia!