Con unos pocos años de Chaves y Maduro ya Venezuela recuerda la Ucrania de los años 20.
@steve-hanke Venezuela implied annual
inflation rate for today (1/3/18) is 3.823 %
Este tweet de Steve Hanke, profesor de Investigación Económica Aplicada (Johns Hopkins University) y del Proyecto de Monedas Inestables (Cato Institute) es incontrovertible. Como si fuera poco, el bolívar perdió en 2017 el 95 % de su valor frente al dólar, y para 2018, el FMI pronostica una depreciación adicional del 2.350 %.
Estas cifras aterradoras, comparables a las de la inflación alemana a partir de la derrota de 1918, peores que las de Argentina y Brasil en los años 70-80 del pasado siglo, similares a las de Zimbabwe durante el interminable gobierno de Mugabe, no requieren para su análisis de un economista profesional. Explican, mejor que cualquier otra información, los abismos de miseria a donde el socialismo del siglo xxi ha llevado a uno de los países más ricos del mundo.
Arranca el año con un aumento del orden del 70 % en el “ingreso integral diario de los trabajadores”, que solamente permite adquirir el 6 % de la canasta básica familiar, según Froilán Barrios, del Frente de Defensa del Empleo, el Salario y el Sindicato…
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Con unos pocos años de Chaves y Maduro ya Venezuela recuerda la Ucrania de los años 20. No solo ha dejado de producir alimentos, sino que el hambre (que ya significa reducción de 9 Kg del peso nacional promedio), lanza ahora a los niños de las barriadas a formar pandillas que se apoderan de basureros para buscar allí comida. Solo faltan en el hermano país episodios de canibalismo, como los de la primitiva URSS.
Ahora bien, los medios enmermelados de Colombia reducen a su mínima expresión las noticias de Venezuela. Algunos extranjeros se ocupan despectivamente de unos pocos ricos que lograron refugio en Colombia, donde trabajaron exitosamente, como si esto anulara los sufrimientos de centenares de miles que buscan alimentación en nuestro país. Con cierta frecuencia se disfruta de chascarrillos sobre las grotescas expresiones de Maduro, o se reproducen sus insultos a Santos, que apenas son patraña para hacer creer que entre ambos títeres de Castro hay hebra cortada, porque es esencial acabar de adormecer a los colombianos para que crean que el castrochavismo no existe…
Si de las elecciones al congreso no sale una férrea mayoría democrática, ni con el mejor presidente podrá Colombia escapar al triste destino que el doctor Pastrana sintetizó, pronosticando que el presente de Venezuela es el futuro de Colombia.
Vengo observando un creciente adormecimiento sobre el tema de Venezuela. Las gentes ya están mirando esa triste realidad como quien ve llover, así como ya aceptaron el régimen cubano como algo inmutable y a sus dictadores como amigos y hermanos en las infinitas visitas y en las insulsas y torpes cumbres latinoamericanas. Ningún presidente democráticamente elegido manifiesta rubor alguno invitando, abrazando, halagando a Raúl o cenando con él.
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Como si la situación fuera normal, los candidatos a congreso y presidencia empiezan a redactar programas, propuestas y manifiestos para la solución de males pretéritos o actuales, pretermitiendo el único tema urgente e importante, que es el de recuperar el estado democrático de derecho. Si eso no se logra, la venezolización de Colombia se acelerará y dentro de poco tiempo estaremos tanto o peor que nuestros desventurados vecinos.
Ante la ofensiva de unos gobernantes y unos medios que se burlan de quienes advierten sobre el inminente riesgo narcoterrorista y comunista, hay que insistir en que ese movimiento existe, que está orientado por el Foro de Sao Paulo, que lo dirige Raúl Castro, que Timo y Santos son peones del cubano, que su acceso al poder (a través de un agente como Petro, de un títere como Humberto de la Calle o de un idiota útil como Fajardo) solo conduce al caos, la miseria y la dictadura totalitaria.
Es urgente desenmascarar a esos candidatos y confrontarlos acerca de sus verdaderas intenciones, simpatías y complicidades con Castro, Maduro, Timo y el narcoestado dictatorial en que se está convirtiendo este país.
Si logran que dejemos de mirar hacia Venezuela, se perderán las elecciones. Nuestros enemigos saben que ese terrible ejemplo es suficiente para que Colombia reaccione. Por eso están saturando el país con mensajes en el sentido de que el comunismo ya no existe, menos el castrochavismo, y que como Colombia es diferente (¿un país más verraco?), no existe el menor peligro de caer en una situación similar.
La política colombiana ha llegado al más simple dilema, escoger entre ser o no ser un Estado democrático. Las demás discusiones, en este momento, son distractoras, porque no podemos seguir bailando y bebiendo en la cubierta del barco que se hunde.
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¿Cuánto le pagarían a Felipe González, quien convirtió su partido en el famoso CORRUPSOE, y al caduco lobo con piel de oveja, para asistir a la infame sesión del CSIVI, instancia suprema del poder compartido con narcoterroristas, gobiernos extranjeros y políticos execrables como los invitados?
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Timochenko, el nuevo cacao, también viaja en jet privado, pero pagado por el presidente, que hace “lo que se le da la gana” con el erario (¿Prevaricato? ¿Peculado?).