Mi propuesta es, entonces, mandar a la nevera las candidaturas presidenciales hasta marzo 11, para concentrarnos en algo de mayor urgencia, rescatar el Congreso
Esta página debe leerse a continuación de una de las mejores y más acertadas de 2017, debida a la pluma de Rafael Nieto Loaiza, “La alianza, de nuevo” http://www.elcolombiano.com/opinion/columnistas/la-alianza-de-nuevo-BJ7913641), magistral análisis político y de estrategia electoral.
Solo discrepo del primer renglón, cuando el Dr. Nieto arranca diciendo que “(…) el objetivo fundamental no puede ser otro distinto a ganar la Presidencia”. Me parece que deberíamos decir más bien: “(…) no puede ser otro distinto a ganar el control del congreso y luego la presidencia”.
En ese artículo, el autor exige unidad de todas las fuerzas democráticas y el reconocimiento del aporte de los doctores Pastrana, Marta Lucía y Ordóñez. De este último advierte que “(…) dejarlo por fuera [de la alianza] sería un error imperdonable y sumamente costoso”. Luego señala la importancia de sumar a Jaime Castro, a las víctimas de los terroristas, al grupo de Mejor No, a los arrepentidos del Sí, sin olvidar a los cristianos (católicos y evangélicos).
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Supongo que cuando habla de víctimas, debemos tener en cuenta los valerosos esfuerzos de movimientos como los que lideran la senadora Sofía Gaviria y el periodista Herbin Hoyos.
Lógicamente, el país está esperanzado. Todos queremos el cambio. La mayoría, indudablemente, ambiciona el retorno al estado de derecho y sueña con volver a tener un presidente que actúe dentro de la Constitución y la ley, para el mantenimiento de la democracia y el perfeccionamiento del modelo económico.
Pero esta inmensa mayoría está fragmentada y desorientada. Dejando de lado los de la insignificante extrema izquierda electoral (para quienes el cambio consiste en la adopción del modelo castrista), muchísimos no se dan cuenta de que el gran partido Liberal está completamente en manos de los comunistas, con su candidato cómplice Humberto de la Calle; de que el Directorio Conservador agoniza, por haberse vendido por suculentas lentejas; de que el Partido de la U también obedece a alias timochenko, y de que Cambio Radical será agobiado por la propaganda negra orientada por el contubernio, para no hablar de “hombres de paja” como Petro, Fajardo y alguna señora que ahora ataca la corrupción que no vio durante su prolongado concurso en la alcaldía de Samuel Moreno.
En esas condiciones, el congreso de marzo puede ser copia del actual, con el agravante de las diez curules de las Farc (¡o 26, si Santos se sale con la suya!), resultado que conduciría a la sinsalida, es decir, a la incapacidad del nuevo presidente, si es demócrata, para gobernar. En efecto, todo lo que el país requiere en materia de institucionalidad, eliminación de la legislación nociva, continencia en el gasto, retorno a las verdaderas prioridades, estímulo de la producción agraria, seguridad jurídica en el campo, etc., no sería posible sin una mayoría parlamentaria sólida, honesta y democrática.
En cambio, con un nuevo congreso amoral, desorientado, caótico, venal y pestilente como el actual, un presidente comprometido con la “transición” todo lo puede hacer con crecientes dosis de mermelada, fórmula infalible de bien probados resultados durante este cuatrienio de pesadilla.
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Reconocer que son más importantes ahora las elecciones de congreso que las presidenciales nos exige determinar la estrategia requerida para constituir un eficaz bloque que asegure una amplia mayoría democrática en marzo.
Desde luego, no dudo que el Centro Democrático será la primera fuerza, pero de este bloque también deben formar parte Cambio Radical y los del Directorio Conservador —a los que habrá que perdonar tanto desvío, porque ya empiezan a dar señales de sensatez al encabezar Senado con Miguel Gómez Martínez, hacer guiños a Alejandro Ordóñez y rechazar las maniobras del presidente para regalar las 16 curules de marras—. También habrá que contar con grupos evangélicos y con los movimientos de las verdaderas víctimas.
Mi propuesta es, entonces, mandar a la nevera las candidaturas presidenciales hasta marzo 11, para concentrarnos en algo de mayor urgencia, rescatar el congreso, para asegurar el futuro de Colombia dentro de la libertad y el orden. En ese sentido me parece clarividente la solicitud del CD y del Dr. Pastrana de celebrar una consulta intrapartidista para escoger el candidato de la alianza mediante una pregunta adicional en el tarjetón, el día de las elecciones de congreso. Esta fórmula, democrática y sin costo para el presupuesto, merece todo elogio, porque además, brinda legitimidad a quien sea escogido libremente por los ciudadanos.
Con un congreso comprometido con la democracia, se podrá encarar con optimismo el tema presidencial, acompañando a quien haya sido designado en la consulta interpartidista.
El actual entusiasmo por determinados nombres nos distrae del asunto primordial que acabamos de esbozar. Los comentarios pugnaces contra personajes que han dado incansable batalla, como Andrés Pastrana, Fernando Londoño, Eduardo Mackenzie y Alejandro Ordóñez, son inaceptable y perjudicial “fuego amigo”, que puede conducir a la división de fuerzas y a la pérdida del país.
Ahora más que nunca la política exige desprendimiento. Por eso, Rafael Nieto Loaiza amonesta: “En consecuencia, acá no valen las vanidades, los egos, las aspiraciones personales. Todas ellas deben estar subordinadas al fin último de no elegir un nuevo gobierno del santismo y la izquierda”, que —acoto— nos llevaría inexorablemente a la venezuelización.
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