Los miles de crímenes atroces y de lesa humanidad cometidos durante décadas por las Farc recaen en sus líderes, que fueron quienes los ordenaron
Que los peores criminales de Colombia puedan ser candidatos a la presidencia de la República y al Congreso, donde tienen diez curules fijas garantizadas, no es un asunto de poca monta. ‘Timochenko’, ‘Márquez’, ‘Lozada’, ‘París’, ‘El Paisa’, ‘Romaña’ y todo el resto de cabecillas de las Farc, son una caterva de asesinos, terroristas, secuestradores, violadores, extorsionistas, narcotraficantes, ladrones y maleantes de todo tipo, así se enoje mucho el matoncito de ‘Santrich’.
Tan solo el tal ‘Timochenko’, hoy elevado a los altares de la Patria como candidato presidencial, tiene decenas de procesos judiciales a cuestas que suman casi 500 años de condena. Y eso es poco, porque los miles de crímenes atroces y de lesa humanidad cometidos durante décadas por las Farc recaen en sus líderes, que fueron quienes los ordenaron. Sin embargo, mientras al asesino de la niña Yuliana Samboní le acaban de aumentar la condena a 58 años de prisión, con justa razón, estos sicópatas, que han violado y asesinado a centenares de niñas, van a ocupar altos cargos del Estado.
Sin duda, es toda una aberración el que a estos criminales se les permita hacer política e inscribir sus candidaturas a altos cargos de elección popular, en tanto que personas de bien como Luis Alfredo Ramos y Óscar Iván Zuluaga no pueden hacerlo, aun cuando no han matado a nadie ni se han robado un peso.
Incluso, si los matones de las Farc pueden hacerlo, grandes criminales como ‘Popeye’ también deberían estar habilitados para presentar sus nombres, así como los máximos representantes del paramilitarismo, la cara opuesta de la subversión, caso ‘Mancuso’, ‘don Berna’ o ‘Macaco’, quienes pagan condenas ejemplares en los Estados Unidos. Así, los evidentes privilegios de que gozan las Farc constituyen pruebas fehacientes de que se le está entregando el país al comunismo.
Más allá, lo más denigrante de todo es que se les permita hacer política sin antes presentarse ante la Justicia Especial para la Paz, o sea sin tener un juicio y sin pagar sus condenas. Claro, sabemos que la JEP es una pantomima, que allá los guerrilleros van a terminar absueltos de cualquier clase de atrocidades, que si hay condenas no serán de barrotes y pijamas rayadas sino sanciones meramente simbólicas, como pedir perdón o sembrar hortalizas, y que podrán recibir ‘curul por cárcel’, como muchos aventuramos socarronamente cuando se conocieron los acuerdos, pues seguirán gobernando mientras pagan sus penas. O sea que ‘Timoleón Jiménez’ podría tener el castigo de ‘Casa de Nariño por cárcel’. ¿Qué tal?
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Por supuesto, muchos se ríen y siguen negando la posibilidad de que las Farc tengan una bancada que se haga sentir y que tengan presidente de la República —un bandido en el solio de Bolívar—, pero no tienen en cuenta que en un país donde el sufragio se compra y se vende, la votación es cuestión de plata. Así ganó Samper, así ganó Santos su reelección. Las Farc están nadando en dineros del narcotráfico: en valijas ‘diplomáticas’ sacaron al menos 2.000 millones de dólares hacia Cuba durante la etapa de negociación de acuerdo a las investigaciones de un experto norteamericano.
Es decir, si de algo podemos estar seguros es de que, en estas elecciones, más que en ninguna otra, habrá un candidato financiado por el narco, y ese es el candidato de las Farc. Ahora bien, el señor Rodrigo Londoño Echeverri, conocido de autos con los alias de ‘Timoleón Jiménez’ o ‘Timochenko’, es el candidato nominal del partido Farc, pero no es necesariamente el candidato de las Farc, ya que aún no es el momento de tener un malandrín de esta calaña en el poder y no hay plata que alcance para comprar tanto voto.
En cambio, un candidato de transición, con abundantes narcodólares, puede llegar sin afugias. Entiéndase que ‘Timo’ no va a ganar, él es un comodín que les evitará a otros el estigma de verse como candidatos de las Farc: los Fajardos, Robledos, Petros, Cristos, las López y, por supuesto, Humberto de la Calle. El comunismo internacional quiere montar una marioneta de aspecto inofensivo que ejecute la transición. Todo entra más fácil con vaselina.
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Y que conste de nuevo que aquí el de las mentiras es Santos, los del No —los que sí nos leímos los acuerdos— siempre hemos dicho la verdad.